lunes, 6 de abril de 2009

Mi entorno (II)

Juan Ignacio Perez (er Traips)

Juan Ignacio siempre había sido un chaval normal con una vida normal. Había dedicado una grandiosa parte de su infancia a la practica del deporte rey, pero el paso de los años acabo desgastando ese interés que Juan Ignacio tenia por el fútbol. Algunos dicen que la complejidad táctica de ese deporte sobrepasaba sus capacidades, pero yo prefiero pensar que Juan Ignacio había empezado una nueva etapa en su vida, desprendiéndose de todo lo anterior, empezando de cero, pero eso si, conservando sus amistades, esto lo honraba y lo convertía a su vez en una persona digna de admiración.
Comenzaba el cambio en la forma de vida de Juan Ignacio, tenia que sustituir todas aquellas cosas que formaban parte de su vida anterior, exceptuando familia y amigos, así que lo único que le quedaba por sustituir, era el fútbol, y así fue. Decidió iniciarse en un deporte mucho mas simple y con menos carga psicológica, se apunto al gimnasio y con mucho esfuerzo, moldeo su cuerpo de forma escultural.
El principal objetivo en la vida de Juan, que era ganarle una partida de futbolín a un amigo imaginario que solo el podía ver, fue substituido por un objetivo infinitamente mas ambicioso que ese, convertirse en el chico mas hermoso sobre la faz de la tierra, pero nunca pudo quitarle ese galardón a Charlie, un granjero de Kansas asquerosamente bello.
Empezó a luchar por eso a capa y espada, pasaba cada día 7 horas en el gimnasio. De las cuales solo aprovechaba la primera, ya que tras esos primeros 60 minutos de gym, siempre sufría una bajada de azúcar tan brutal que Juan Ignacio tardaba 6 horas en llegar, arrastrándose miserablemente, hasta el vestuario, donde tenia su pastilla de glucosa.
El pasó del tiempo, empezó a dibujar sobre el cuerpo de Juan una musculatura de libro, este aumento del volumen muscular fue acompañado por un aumento de su autoestima y su seguridad. Fue entonces cuando se presento al concurso de Mr.Baleares. No tenía ninguna duda de que se iba a llevar el galardón, y así fue, al día siguiente Ignacio ya era oficialmente guapo.
Este chico, amante de la fiesta y del culto al cuerpo, sentía que Mallorca se le quedaba pequeña, era una isla que no hacia mas que cortarle unas alas que le estaban creciendo a velocidad desmesurada. Así que decidió aprovechar el momento que estaba atravesando para irse a una ciudad en la que no se viera limitado por el entorno, esa ciudad era Madrid.
Nada mas llegar a la capital española fue contratado para dirigir una terraza muy frecuentada por el mundo del famoséo… eso es lo que nos contó. Al poco tiempo nos enteraríamos de que Juanito, nos había mentido para aparentar algo que no era. Realmente trabajaba en un Burguer King recogiendo bandejas y cobrando un sueldo que no le permitía ni comprarse una miserable Whopper.
El hambre que pasaba Juan despertó sus instintos mas primitivos, así que, cada día, al cerrar el Burguer King, se metía en el bolsillo unas alitas de pollo congeladas para cenar. Hasta el triste día en que el encargado de esa franquicia se dio cuenta de que Juan jugaba sucio, y lo hecho a la calle. El encargado apreciaba mucho a Juan así que pensó que debía despedirlo con suavidad. Las palabras que utilizo fueron: “Juan me duele mucho decirte esto pero… ¡¡A LA PUTA CALLE, DESGRACIADO!!”.
Juan Ignacio ya no tenia trabajo, así que se dedico a mendigar. Comía mendrugos de pan y patos que cazaba en el retiro con una piedra a la que el llamaba “MAMA”. Si, el hambre estaba haciendo estragos en su situación psicológica. Pero aun así, el mundo de la calle iba a ser su camino hacia el estrellato. Un día, la desnutrición lo llevo a perder el conocimiento delante de la puerta del sol y fue encontrado por un equipo de reporteros del programa “Callejeros”. Juan Ignacio fue entrevistado, explico su situación cautivando así a la reportera, que enseguida decidió empezar una relación con ese encantador mendigo.
Esta relación llevo a Juan a codearse con la gente de la televisión. Su salero hizo que enseguida hiciera amistades con este gremio de la sociedad, en el que destacaba por su simpleza, peculiaridad y simpatía.
Un día, en una fiesta en casa del ex novio de su novia, mientras su novia le ponía los cuernos
en la mismísima cama de los ex suegros de la muchacha, Juan, conoció al director de una terraza madrileña que era muy frecuentada por famosos, ese hombre enseguida vio el potencial de Juan Ignacio. Su don de gentes, su simpatía, su saber estar y su sencillez, esta serie de factores hicieron que Juan Ignacio consiguiera un trabajo que casualmente convertía en verdades todas aquellas mentiras que había contado a sus amigos de Mallorca durante sus primeros meses en Madrid.
El tiempo vio que este chico era pura bondad, y la bondad es una cosa que el tiempo siempre acaba premiando.

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