martes, 26 de octubre de 2010

11 cuentos que no cuentan nada (Cuento quinto)

Un cuento que no sucedió.



Era un día lluvioso de una invernal tarde en un pueblo peninsular. Aunque bien mirado, no llovía tanto. En realidad no llovía en absoluto. Esto puede llevar a pensar que no era un día lluvioso. Es mas, no había ni una nube en el cielo, lo que imposibilitaba que lloviese. Por lo tanto no era un día lluvioso, sino un día soleado.

Eran mas de las 12 de la noche, así que ni era de día ni lucía el sol.

La temperatura ambiente era de unos 30 grados centígrados. Una temperatura muy habitual a mediados de Agosto, fecha en la que nos encontrábamos. Esto también convertía en mentira lo de "invernal". Así que no era un día lluvioso de una invernal tarde, sino una calurosa noche veraniega.

Todo sucedió durante esa noche, y todo sucedió en la playa. Aunque el cadáver de Lichenko fue encontrado en la montaña. Por lo tanto, no todo sucedió en la playa. Realmente, en la playa no sucedió nada, ya que era un pueblo centro-peninsular sin playas.

Según quien contara la historia cambiaba mucho. Había miles de versiones, pero solo tres de ellas habían ganado fuerza dentro de la rumorología popular. La que decía que todo sucedió en la playa, en invierno y bajo la lluvia; la otra que decía que sucedió en pleno verano en el monte; y, por último, la que decía que no había sucedido absolutamente nada.

Por extraño que parezca, la última era la única verdadera. Por que en ese pueblo nunca había pasado nada. De hecho, ese pueblo ni siquiera existía. Así que el cadáver de Lichenko nunca fue encontrado.

lunes, 18 de octubre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento cuarto)

Mondachov.



Mondachov era un chavalín paralítico y, por que no decirlo, bastante gilipollas. Y esto, que fuera gilipollas, debemos tenerlo muy presente durante todo el relato.

Su

única ilusión en la vida, se había visto reducida a sentarse y mirar como sus amigos jugaban al fútbol en el polideportivo del pueblo. Su parálisis le impedía participar en esos partidos, aún que no mentimos si decimos que, antes de la parálisis, tampoco le dejaban jugar. Los motivos eran sencillos: era el niño mas tonto del colegio. Y a esta gente, como máximo, se le deja arbitrar. Que tampoco.


P

ero primero vayamos al origen de esa parálisis.



Tiempo atrás, Mondachov tenia una novia. Una chica llamada Marianna que tenia una capacidad visual del 0%, lo que significa que veía exactamente una puta mierda. Ella aseguraba haberse enamorado de Mondachov a primera vista, y aun que todos sabemos que los ciegos no pueden desarrollar esa clase de amor, Mondachov prefería pensar que si era posible.

Un día, nuestro protagonista, se llevo a su chica a pasar una tarde romántica en un acantilado que tenia unas vistas preciosas al mar. Una vez allí, y para impresionar a Marianna, llevó a cabo una proeza que solo está al alcance de gente realmente inútil: se fue al borde de ese acantilado de veinte metros de altura y saltó al mar.

La profundidad del mar en esa zona, era de un metro en los días en que la marea estaba alta. Y ese día, no lo estaba. Hay que decir en favor de Mondachov, que nunca había aprobado física, y desconocía conceptos básicos como "Gravedad", "Densidad" o "Caída libre". Teniendo en cuenta todo esto, ese salto de fe solo tenía un resultado posible: se reventó la columna vertebral contra las rocas y perdió toda la movilidad de su tren inferior. Esto confirmaba lo dicho anteriormente: Mondachov, era subnormal profundo.


Volvamos a su vida de paralítico.



Un día, durante una de esas pachangas en las que Mondachov ejercía de espectador, un chaval al que llamaban Cáncer, por un tumor que tenia en el páncreas, lanzó la pelota a la autopista. Mondachov decidió ir a buscarla, pensando que así, se ganaría el favor de esos que lo maltrataban (que eran todos). No me preguntéis como llegó a la autopista. Pero llegó, cruzó, cogió la pelota, volvió a cruzar y, cuando estaba en mitad de la calzada con esa silla de ruedas que le había construido su hermano pequeño en clase de tecnología, un camión de gas butano le paso por encima. De la silla no se supo nada mas y, milagrosamente, Mondachov recupero la movilidad de su tren inferior. Se puso en pie, volvió al campo de fútbol con la pelota, empezó a jugar y metió cuatro goles. Todos ellos de chilena y por la escuadra, aun que, hoy por hoy, todavía existen dudas sobre si uno de esos goles entró por la parte de fuera de la portería. La cuestión es que el chicharro subió al marcador y el equipo de Mondachov perdió por «16 - 4».

E

n el pueblo se empezó a relacionar a Mondachov con temas paranormales, religiosos y con Iker Jiménez.

La gente hablaba, dia si y dia también, sobre lo sucedido. Se decia de todo. Que si era un milagro, que si Mondachov era un enviado del señor, que si el condón era obra del diablo, etc.

Mondachov no era ajeno a toda esta rumorología, así que, como le hubiera pasado a cualquiera, se le empezó a subir el ego un poco mas de la cuenta. Su madre, para bajarle un poco los humos, le dio uno de esos consejos que un jovencito de su edad debería tener en cuenta. Le dijo: "Hijo, ni antes eras tan tonto como parecías ni ahora eres tan interesante como crees ser" (Mentira. Antes si era tan tonto como parecía, o mas). Pero Mondachov hizo lo que la mayoría de jóvenes de su edad hacen con los consejos maternos: pasar olímpicamente, coger una revista que tenía escondida en su habitación e ir al baño a ordeñarse.

La confianza que empezaba a albergar, no tardo en afectar a su conducta. Un día, en el patio del colegio, el niño mas chulo de todo el pueblo, un chaval llamado Richard que en sus ratos libres pegaba a sus padres, le quiso robar el bocadillo a Mondachov. Cosa muy habitual. Hacia por lo menos cuatro años que Mondachov no se comía su propio bocadillo. Pero ese día, estaba pleno de confianza y no se arrugó ante las amenazas del malo mas malote. Richard entendió eso como una provocación, así que decidió hacer lo que mejor se le daba: repartir hostias. Todo el colegio estaba a punto de ver como a Mondachov le iban a reventar la cara. Pero Richard, al coger impulso, se tropezó con un armadillo que pasaba por allí, cayó al suelo y se abrió la cabeza contra un bordillo. Mondachov aprovechó la coyuntura para darle una patada furtiva en las costillas y proclamarse vencedor.

Toda persona medianamente coherente, sabe que Mondachov no termino apalizado por motivos puramente fortuitos. Pero el, entendía tanto de coherencia como Hitler de integración social. Así que pensó que había ganado ese combate, simplemente, por que era el mejor y por que el accidente con el camión de gas butano le había otorgado poderes de superheroe. Como los de Superman, los de Spiderman o los de Chuck Norris. Pero lo peor de todo es que no solo lo pensaba el, sino que todo su entorno empezó a pensar de igual manera, conviertiéndose así, en un ídolo de masas.



Mondachov siempre había tenido una espinita clavada, un trauma al que nunca se había visto capaz de plantar cara, tenia una deuda con ese acantilado que marco un punto de inflexión en su mierda de vida. Ahora, con sus nuevos poderes, se veía capaz de todo, así que desde un principio lo tuvo clarísimo: tenia que volver al lugar en el que perdió la movilidad de su tren inferior y retar a ese precipicio.

Retar a un accidente geográfico, es otra de esas acciones que le dan mas solidez a la teoría de que Mondachov no era un chico completo, psicológicamente hablando.

Anunció su hazaña con un mes de antelación. No le quedó ni un niño ni una vieja a quien contarle que volvería al acantilado y saltaría otra vez. Todos, absolutamente todos, lo sabían. Era tal su fama, que se habían fundado grupos de fans, peñas de seguidores, etc.

S

e hizo un grupo en facebook: "Mondachov VS acantilado" se llamaba. Treinta y ocho millones de afiliados al grupo. El 98% de ellos apostaban por Mondachov y el otro 2% no sabía o no contestaba. Se convirtió en el acontecimiento del mes, del año y posiblemente del siglo (sin contar el especial de telecinco "La princesa del pueblo").



Por fin llegó el día. Ciento cincuenta mil personas ahí congregadas, cobertura televisiva con helicópteros, camisetas con la cara de Mondachov, pegatinas que ponían "I (corazoncito) Mondachov", energúmenos con el nombre de Mondachov tatuado en la frente, cánticos para Mondachov que rimaban:

- Mondachov, campeón / fóllame sin perdón.


Otros que no rimaban:

- Mondachov, campeón / destrózame el virgo.


Y otros que no venían a cuento:

- El Mallorca, es un sentimiento / que se lleva, se lleva bien adentro



Entre todo este tumulto, llegó el. Avanzó entre la gente como si dos ángeles lo llevaran de la mano. De repente se hizo un silencio sepulcral. Mondachov se dirigía con paso firme y elegante directo al borde del acantilado. Llegó, miró abajo... y saltó.



Uno... Dos... Tres.



Fueron tres segundos eternos de caída libre. Todo el mundo estaba convencido de que nada podía salir mal. Habían depositado mucha confianza en los poderes de Mondachov. Pero como hemos dicho antes, esos poderes solo estaban en su cabeza, al igual que esos dos ángeles que lo llevaban de la mano. Así que Mondachov se metió uno de los piños más escalofriantes que recuerda el ser humano.



T

res meses después, se despertó en el hospital. Había salido del coma. El diagnostico era clarísimo. Ponía, Literalmente: "columna vertebral inservible". Volvía a estar paralítico.

Con esa nueva parálisis, recuperó su vida anterior. Esa vida de mierda que consistía únicamente en ir a ver como sus amigos jugaban a fútbol.

En una de esas pachangas, alguien volvió a lanzar un balón a la au

topista. Esta vez la culpa no fue de Cáncer, ya que su tumor de páncreas se lo había llevado al otro barrio hacia cosa de dos semanas. Con el balón en la autopista, todo el mundo miró a Mondachov. Pero decidió que no. Que esta vez, el no iría buscarlo.

lunes, 11 de octubre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento tercero)

El matadero.



Trabajar en el matadero siempre había sido un honorable oficio. Mataban todo tipo de animales: desde ratones hasta Caribús salvajes, pasando por gacelas thompson y niños con retraso mental, que en esa epoca eran considerados animales. Humanoides para ser mas exactos.



A la hora de abrir un matadero debías declarar en un juzgado cual iba a ser el sistema que utilizarías para el proceso de sacrificio de los animales. Solo de esta forma podías obtener la licencia.

El sistema mas utilizado era el de la piedra de 10Kg. Era extremadamente sencillo: consistía en matar al animal usando dicha piedra como arma arrojadiza. No podía ser una piedra cualquiera. Debia tener unas medidas estándar. También se pedían permisos, homologaciones, ITP's (Inspeccción Técnica de Piedras), etc. Una vez que se tenían todos los papeles, la administración sellaba esa piedra y pasaba a ser legalmente un arma.

Antiguamente todo era infinitamente más fácil. Apenas se pagaban impuestos, los bancos no te asfixiaban con las hipotecas y todo el mundo vivía feliz o semi-feliz, pocos eran los tristes. Pero vivir bien, siempre ha sido cuestión de tiempo, así que empezó a crearse una legislación para mataderos que limitaba mucho su libertad a la hora de desarrollar la noble tarea de dar muerte.

Las protectoras de animales protestaron mucho por el uso del sistema de la pedrada de 10Kg. Decían que era humillante para el animal y que, en muchos casos, no moría en el acto y sufría. Los amos de mataderos decían que si. Que el animal sufría. Que ahí residía la gracia y el sentido de su trabajo: en el sufrimiento.

Como os podéis imaginar, esos comentarios no cuajaron muy bien en el seno de las protectoras de animales. También es verdad que esas protectoras, generalmente, estaban formadas por niños de papa. Gente débil. Hijos de puta que la única sangre que habían visto en su vida, era la del entrecot poco hecho que les servia su mayordomo.

El 21 de Junio de 2003, una convención sobre la protección del planeta Tierra congregó a toda esta manada de sopla pollas y, un niño de 9 años que había comprado 50 toneladas de C4 en un mercadillo de Estambul se inmoló en plena convención, llevándose por delante a toda esa gentuza. Cosas de la madre naturaleza. En ese momento, el mundo se convirtió en un lugar mucho mas limpio, tranquilo y amigable. Mucha gente lloró la perdida de esos activistas y sobre todo la del pobre Muhammad Al-Mohad: el canijo terrorista. Pero en el fondo, hasta las personas que mas querían a esos ecologistas, sabían que todo era mucho mejor con esa gente bajo tierra. Así que Muhammad Al-Mohad fue declarado heroe mundial y se colocaron estatuas suyas en todas las plazas de todos los pueblos.

La aportación de ese mocoso vino de lujo, pero vino tarde, por que el daño ya estaba hecho. La "ley para el control del proceso de sacrificio de los animales" ya había sido redactada y aprobada en el Senado.

Se exigía que todo matadero dispusiera de inyecciones letales para dar muerte a animales de menos de 30Kg. Esto iba unido a la contratación de un medico que muchos no podían costearse.

Para animales que superaran los 30Kg se exigió tener en el local un acelerador de partículas homologado. Esto suponía la contratación de un físico nuclear que tampoco podían pagar todos.


Lo que siempre había sido un oficio sin complicaciones, se veía sumergido en una crisis sin precedentes provocada por una legislación que no dejaba lugar a la improvisación.

El tradicional arte de la piedra. El método mas antiguo jamás utilizado para dar muerte, había sido saboteado por gente que desconocía el oficio. Gente que desconocía que una pedrada es la muerte mas honorable que se le puede dar a un animal. El arte de matar animales acababa de perder los principios que lo regían y que lo convertían en un oficio solo a disposición de gente realmente valiente.

Esta nueva legislación, sin duda, fue creada y redactada para terminar con el oficio. Y así sucedió. Todos los mataderos de la tierra cerraron sus puertas declarándose, económicamente, en una situación insostenible. Y a partir de ese instante no se mató ningún animal mas en nuestro planeta. Esto nos dejó en una situación en la que el hombre solo se alimentaba de verduras, frutas, hortalizas, legumbres y muchas mas cosas que no quitan el hambre. Se vendían algunos kebabs de forma clandestina, pero como eso no era norma, muchos humanos murieron por carencias proteínicas. Los pocos que sobrevivieron no corrieron mejor suerte.

El Caribú salvaje, un animal muy cariñoso, acostumbrado a reproducirse a toda leche para compensar la grandiosa cantidad de bajas que el matadero provocaba en su especie, vio de repente como su población iba aumentando de forma exponencial, hasta tal punto, que en pocos años se hizo con el dominio del planeta. Ese animal se sentía el puto amo, y con motivo. Así que decidió tomar cartas en el asunto, matando, con su cornamenta y a modo de venganza, a todos los humanos que quedaban sobre la faz de la tierra.



El matadero era un oficio que se había creado antaño para mantener el equilibrio del ecosistema. Pero, como en todo paradigma, en algún punto del camino los humanos olvidamos su función, eliminamos el matadero y el ecosistema se desequilibro eliminándonos a nosotros.

domingo, 3 de octubre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento segundo)

Los Ploster.



Enrique. Pobre Enrique. No era un mal chico, pero, es que era tonto del culo.

Lo conocí en los baños de una discoteca de mala muerte en Filipinas. Cuando lo vi por primera vez, el muy desgraciado se estaba metiendo una clencha de palmo y medio. Le dije que se estaba destrozando la vida y me contesto con una frase lapidaria: "yo no tengo vida".

Ante esa muestra de sinceridad y seguridad, no pude hacer nada mas que pedirle que me pintara una raya, metérmela y aceptarlo como mi nuevo ídolo.

Me preguntó que si quería salir de marcha con el. La pregunta fue así: "¿quieres salir de marcha conmigo? ". Como yo no conocía la zona y el tenia pinta de conocerla, y bien, le conteste que si.

No voy a contar todas las cosas que le vi hacer a ese degenerado esa noche. Solo puedo decir que vomité dieciocho veces. Y como todos sabemos, existe una norma no escrita que dice, que si vomitas mas de diez veces con una persona, esta, pasa automáticamente a convertirse en tu amigo. No se quien escribió esa norma, pero al ser una norma no escrita, supongo que no lo hizo nadie.

¿Como llegó Enrique a esa caótica situación?. Buena pregunta. Ahora os lo cuento todo con pelos, señales y alguna que otra anécdota de esas que dices: "¡Coño!. Que gracia este hijo de puta".



Uno de los sueños de la infancia de Enrique, era entrar en la escuela de magia de Gijón. Solo se exigía una cosa: tener 16 años. Así que 16 años después de su nacimiento, Enrique ya cumplía con todos los requisitos necesarios para superar esa poco exigente prueba de acceso y matricularse.

Esa escuela se había hecho famosa en el mundo entero por que formaba magos de pacotilla que nunca llegaban a hacer de la magia su forma de vida.

Ahora, para que comprendáis la magnitud del fracaso académico que padecía ese centro escolar, me voy a tomar la libertad de ilustraros con una pequeña anécdota:



*ANÉCDOTA*

Presidiendo la sala de juntas de la escuela, estaba el busto de un mago apodado Lefante (Una versión de la leyenda, dice que el mote le viene de un noble animal: el elefante. La otra versión dice que el mote se lo pusieron en las duchas del colegio, donde mostraba ciertos excesos genéticos de carácter sexual. Pero este, es un tema que no interesa en absoluto).

Lefante se había ganado esa posición privilegiada en la sala de juntas, gracias a un truco de mierda que consistía en sacar un As de una baraja de ciento cincuenta cartas en la que todas eran Ases. Un día lo hizo en un festival infantil. Pero la simpleza de ese juego de manos era tal, que todos los niños se dieron cuenta enseguida de donde estaba el truco y, decepcionados, le tiraron tomates, lechugas y una PlayStation3 que le impacto en los riñones mientras se protegía la cara.

Ese mago y ese truco, eran el orgullo de la escuela. No hace falta que os diga como eran el resto de magos ni como eran el resto de trucos.

*ANÉCDOTA FINIQUITADA*



Con la llegada de Enrique Ploster, parecía que todo iba a cambiar en esa escuela. Parecía que eso iba a ayudar a limpiar la deteriorada imagen del centro. Enrique llegaba con credenciales de peso, ya que tenia un primo que era todo un ídolo en esa comunidad de magos de mierda: un tal Jarry. Este Jarry era un genio al que el "abracadabra" se le quedaba corto. Su habilidad era tal, que recibió una beca para ir a Jouards (Jarry y Jouards ya os sonaran de algo. Y es que, alguien plagio este cuento para hacer cuatro libros y cuatro pelis que, la verdad, han tenido bastante éxito). Dejó de lado tanto amigos como familiares para llegar a convertirse en un mago de provecho. Cosa que nunca sucedió. ¿Y por que no sucedió? Pues no sucedió, por que un buen dia, Jarry fue encontrado metiéndose cocaína en una habitación del sótano del colegio. Puso la primera excusa que se le pasó por la cabeza: "esta cocaína... no es cocaína". Una excusa de mierda que solo le sirvió para llevarse una colleja que lo lanzó a veinte metros de distancia.

Se le impuso la sanción mas severa recogida por los estatutos de Jouards: pasar una semana en la habitación de rayos gamma de la escuela. Jarry cumplió el castigo de principio a fin.

Al terminar esa radioactiva semana, llegó la hora de pasar la revisión medica anual del colegio. Se le detectaron ochenta y siete tumores, de los cuales solo cinco eran operables. Así que se operó. La operación fue todo un éxito. Un absurdo éxito, ya que tras extirparle esos cinco tumores operables le seguían quedando ochenta y dos inoperables. Setenta eran en la traquea, diez en el lóbulo frontal y dos en el colon. Así que 48 horas después de esa exitosa operación, la metástasis se llevaría a nuestro amigo Jarry solo dios sabe donde. Algunos decían que iría al cielo. Otros, que iría al infierno. Pero la verdad es que al único lugar al que iría, era a un agujero cavado en el monte. Una vez en el agujero, se le tiro un poco de tierra por encima y la vida siguió. Antes de ser lanzado al hollo, se le había practicado una autopsia que solo sirvió para detectar que los dos tumores de colon, en realidad, solo eran dos bellotas de polen marroquí que se le habían quedado alojadas de cuando se ganaba la vida haciendo de camello entre Ceuta y Cádiz.

Tras la muerte de Jarry, se modificaron los estatutos de Jouards en términos de radiación. Pero el daño ya estaba hecho. La injusticia que se cometió con Jarry Ploster no tardo en llegar a los oídos de Enrique, que tenia a su primo en un pedestal. Era su modelo a seguir. Por eso, Enrique, juró vengarse.

Decidió que se convertiría en el mejor mago de todos los tiempos y que acabaría con Jouards. Quería limpiar el nombre de su primo, usando la magia como elemento de destrucción. Pero Enrique, en realidad tenia mas ganas que capacidad.

Al finalizar el curso, suspendió todas las asignaturas menos religión, que la aprobó con un sobresaliente, a pesar de que esa asignatura no se impartía en Gijón. Pero la inutilidad de Enrique en el mundo de la magia solo era superada por su incompetencia falsificando documentos. Tanto sus padres como la junta directiva detectaron la falsificación en cuestión de segundos. Sus padres lo castigaron sin postre y la junta directiva le retiró la beca.

Sin postres ni beca, Enrique no era nadie. Así que, a partir de ese momento, tuvo que buscarse la vida de otra forma. Decidió dedicarse a la recogida del berberecho en las inexistentes costas de Extremadura.

Días después, se subió a una escoba para iniciar su viaje. Pero al final tuvo que hacer el viaje en tren, por que las escobas solo vuelan en las películas de brujas. Una vez en Extremadura, comprendió el significado del adjetivo "inexistentes". La falta de costas y, por lo tanto, la falta de berberechos, lo condujeron a buscarse la vida de forma improvisada.

Se compró un violín pensando que era una guitarra. El siempre había creído que la guitarra era un instrumento de percusión. Así que durante los primeros meses la gente lo tenia por un inepto que tocaba percusión con un instrumento de cuerda frotada. Pero al poco tiempo mostró maneras en ese campo: el campo de la percusión. Recibió la oferta de un grupo musical, la aceptó y, como todo músico que se precie, se enganchó a la farla, adoptando también la fea costumbre de pintarse las rayas sobre su instrumento antes de empezar los conciertos.

Musicalmente eran malos. Muy malos. Pero incomprensiblemente, cada vez asistía mas gente a sus conciertos, y el que había ido alguna vez, solía repetir. Esto extrañó mucho al sheriff de Extremadura, que enseguida abrió diligencias y mando a su detective mas mediático para investigar el caso: el detective Palomixto.

El detective Palomixto, era un un profesional como la copa de un pino que admiraba a Sherlock Holmes y su método deductivo. Solo tenia un "pero", y es que se desayunaba su propia orina, lo cual no le había impedido resolver todos los casos que habían caído en sus manos.

Palomixto empezó a investigar el "caso Enrique", y en cuestión de segundos se dio cuenta de lo que realmente pasaba allí. Cuando Enrique empezaba a percutir el violín, la cocaína que había sobre el instrumento, el sobrante de sus bestiales esnifadas, se dispersaba en el ambiente llegando hasta el público, que la esnifaba de forma inconsciente. La adicción llevaba a la gente a confundir el placer que les producía la farla con el placer por escuchar esa desastrosa música.

Palomixto concluyó su investigación diciendo que, el síndrome de abstinencia, era el culpable de que la gente siempre volviera a los conciertos de Enrique.

Se redacto el informe del caso y se celebro un juicio rápido, en el que se pedía cadena perpetua para Enrique por un delito contra la salud pública. El juez que instruía el caso, era un hombre de sesenta y tres años que salía con una quinceañera que había comprado en un mercado nigeriano a través del "eBay". Este hombre no iba de bromas en cuestiones relacionadas con los estupefacientes, ya que había perdido a dos de sus tres hijos por culpa del caballo. El otro hijo, irónicamente, murió practicando hípica.

Después de deliberar durante un minuto con treinta y ocho segundos mas el descuento, declaró a Enrique culpable. Y en una condena sin precedentes, lo mando a cumplir su castigo a una cárcel turca.

Enrique acabaría huyendo de esa cárcel usando un truco de magia que había aprendido en clase de escapismo. Tras fugarse, quiso ir a un sitio en el que nadie preguntara de donde vienes ni a donde vas. Así que fue a Filipinas. Y allí, coincidió conmigo.

Esa noche sirvió para que Enrique me contara toda la historia que acabáis de leer y para poca cosa mas, ya que en cuanto pude, le hice la "tres catorce" y me fui a un puticlub de travelos para desconectar.



Enrique nunca llegó a alcanzar la verdadera felicidad, por que fracasó estrepitosamente en su misión: Lavar la imagen de su primo Jarry. Así que, ni uno ni el otro, llegaron a pasar a la historia. Pero si lo hubieran hecho, hubiera sido como dos cocainómanos que no tenían donde caerse muertos.



FIN