domingo, 25 de julio de 2010

«Esos palos»... y su torneo


Como todo torneo que se precie, el «torneo villa de paguera IV» empezó con un sorteo. Y a pesar de que Butragueño no estaba por ahí para manipular los resultados, salimos bastante mal parados. Una vez terminado el sorteo nuestra cara lo decía todo: nos había tocado el grupo de la muerte. Y lo de «muerte» no es una forma de hablar. Casi morimos a manos de un grupo de gente que hubiera ganado la segunda guerra mundial sin bajarse del autobús.


El viernes, dia en el que el torneo daba comienzo, llegamos al lugar del evento con la tranquilidad que te da el hecho de saber que, igual no eres el mejor equipo del torneo, pero tienes la equipación mas llamativa y una nevera llena de aquarius con hielo, y aun que por eso no te den premio, para nosotros ya era como una pequeña victoria. También teníamos un manojo de plátanos que nos comimos con el erotismo y sensualidad que solo nosotros sabemos transmitir.


Pero para llegar hasta ahí, hubo un trabajo previo. La secretaría técnica del equipo (formada por un hombre tetraplégico que vive postrado boca-abajo en su cama, una mujer que no entiende por que no se pita penalti cuando el portero coge el balón con la mano, y un colosal ordenador portátil que, debido a su peso, no se puede transportar) hizo un trabajo estupendo, con una política de fichajes de acuerdo con la filosofía futbolística que «esos palos» trabaja, ya, desde la cantera: se tenia que dejar el grupo del año pasado, pero con algunas pequeñas incorporaciones de importancia. Pequeñas incorporaciones que provocaron, de forma lógica e incuestionable, que gran parte de la base del año anterior, pasara del terreno de juego al banquillo. Eh, y bien que hicimos.

Las nuevas incorporaciones fueron fichajes de categoría y nervio. fichajes que acabaron de completar una plantilla que los grandes clubs europeos están tratando de desmontar desde hace años. Pero nosotros somos gente que antepone los fuertes lazos amistosos, al dinero. Lo cual nos convierte en buenísimas personas. Buenísimas personas... y gilipollas.


Podría hacer un resumen de cada partido, pero no lo voy ha hacer. De la primera jornada diré pocas cositas. Ganamos los dos primeros partidos del grupo. En el tercero, voy ha extenderme un poco mas. Jugábamos contra los favoritos del torneo. Por eso, en «Bwin.com», se pagaba muy bien nuestra victoria. Concretamente a 17€ por euro apostado. Algunos metieron mucho dinero con la intención de hacerse ricos. Gente que confiaba en nosotros, que sabia que éramos luchadores, trabajadores... que éramos un equipo que nunca se rinde. Perdimos. Y los que apostaron perdieron su dinero. Fue un partido de extrema tensión y repleto de piques entre jugadores. Pero nos clasificamos como segundos de grupo y pasamos a la siguiente ronda, que se jugaba al dia siguiente.


Como buenos profesionales, abandonamos el recinto deportivo, y nos fuimos a otro tipo de recinto: a un bar. Bebimos cuatro cubatas y no fuimos para casa. «Mañana» iba a ser el dia mas importante de nuestras vidas.


Me explico. Ya era sábado y teníamos que jugar unos cuartos de final, unas semifinales y una final. Ademas en ese orden. Bien, de la semifinal no hablaré por que no tiene mucha chicha, solo diré que ganamos 6-3 ó 6-4, no me acuerdo. Así que pasaremos a la jornada del sábado y excluiremos este partido.


El sábado había llegado, y nos toco jugar un partido, en cuartos de final, que si que tenia chicha. Chicha y músculo. Mucho músculo. Jugábamos contra un equipo formado por 15 jugadores que, si los hubieras puesto en el «desfiladero de las termópilas», la película no se llamaría «Trescientos». Se llamaría «Quince» y sería un cortometraje de 5 minutos. Si a esto, le sumas que gran parte del equipo había entrado en un shock del cual nos costo mas de 24 horas recuperarnos, provocado por la siguiente imagen (que se había publicado esa misma tarde).


La cosa no pintaba bien.


Pero a pesar del shock y de la superioridad muscular del rival. Ganamos. Es lo que tiene el fútbol: que se juega por el suelo. Otra cosa te digo: si el torneo hubiera sido de boxeo, otro gallo hubiera cantado.


Pim pam, me salto la semifinal.


La gran final.

Jugábamos contra el equipo que nos había ganado en la fase de grupo: como en las películas.


La escuadra rival estaba formada por gente de calidad en el terreno de juego, y un grupo humano en la grada que, quieras o no quieras, inspiraba una sensación muy parecida a lo que llamamos respeto.


El primer partido contra este equipo había sido muy caliente, lo cual parecía indicar que la bomba de relojería iba a estallar en la final. ¿A que si? Pues no.


Todo estaba listo para empezar, nosotros estábamos mentalizados, ellos estaban confiados, «Bwin.com» pagaba 45€ por cada euro apostado a nuestra victoria. Las personas que habían perdido dinero apostando por nosotros en la fase de grupos, tenían buenas vibraciones y sentían que podían recuperar lo perdido, nosotros sabíamos que podíamos, los que apostaron querían que pudiéramos. No pudimos. Volvimos a perder.


Una vez terminado el partido, el ambiente se caldeo un poquito. Uno de nuestros jugadores fue agredido por un componente del equipo rival. Falto poco para que se formara una tangana en la que no solo hubiéramos perdido, sino que posiblemente hubiéramos muerto. Para que me entendáis: hubiera sido una pelea entre gente que levanta 40 kilos en el gym (nosotros), contra gente que es capaz de levantar el gym entero (ellos). Se puede decir que perdimos el torneo, pero salvamos la vida.


Algun señor de la grada, dijo que tendríamos que haber saltado a pelearnos. Nuestra respuesta a esa gente era la siguiente: «Valientes, si. Inteligentes, también» (Juane, gracias por esta estructura gramatical que tanto juego da). Y como dijo otro componente del equipo: «Tienes que saber cuando vas a dar, y cuando vas a recibir. Y hoy íbamos a recibir».


El caso es que quedamos segundos y nos dieron una copa muy mona cuyo protagonismo quedo un poco eclipsado por un sobre marrón que contenía un pequeño fajo de billetes. Para muchos, era la primera vez que ganábamos dinero jugando a fútbol. Nos sentíamos profesionales.


Durante unos segundos estuvimos pensando en repartir ese dinero entre la gente que había perdido tanto apostando por nosotros. Pero al final decidimos que a esa gente le iban a dar por el culo y que con ese dinero nos iríamos de cena, de botellón y de putas no, por que, amigos: «en el sexo profesional no hay amor, y sin amor no tendría que haber sexo.». Y si... creo que esta es la moraleja de la historia.

viernes, 9 de julio de 2010

¿Tontos? No hombre, por favor.

El ser humano, por motivos que desconozco, es muy dado a mitificar mierdas, y no hablo en sentido figurado. Quien no ha ido al baño, ha soltado 300 gramos de fresco desecho digestivo y se ha ido orgulloso del lugar con la satisfacción que provoca el trabajo bien hecho.


Ahora hemos mitificado a un pulpo solo por que ha elegido la vitrina correcta. Le hemos puesto un nombre: Paul. Le hemos puesto un acuario y lo hemos convertido en una estrella mundial. Solo conozco a una persona que ha conseguido mas, haciendo menos: Belén Esteban. Lo único que une a estos dos seres, es el hecho de pertenecer a una raza que no es la humana, ya que Paul es un pulpo y Belén vete a saber lo que es.


Cuando pensaba que no podíamos ser mas gilipollas de lo que somos, he escuchando comentarios en al tele como "el pulpo ha elegido España, hemos ganado seguro" y también he visto como la redacción del diario Marca cantaba el "Campeones, campeones...". Pero bueno, de la gente de este periódico no me esperaba mas.


A ver cuanto tardamos en llamarle Pablo y traerlo para España como un heroe.


Muerte a Paul. Que dios convierta en comida lo que los hombres queremos convertir en mito.