domingo, 14 de noviembre de 2010

11 cuentos que no cuentan nada (Cuento octavo)

Andrey Sasha. El cafetero del este de Europa.



Existe una leyenda que relata la existencia de un café que hace las delicias del paladar mas exigente. Un café inigualable. Mucha es la gente que ha peregrinado al lugar que describe la historia para tastar esa maravillosa infusión de cafeína.

Bastante gente de mi pueblo decía haber ido y haberlo probado. Y todos coincidían en sus declaraciones; "No hay palabras para describirlo", "No quiero que nada mas vuelva a tocar mi paladar jamás", "Ya puedo morir tranquilo/a y en paz”. Joder, después de oír eso a uno le entraban ganas de probar ese café. Pero como yo siempre había sido mas de ColaCao, decidí que no me salía de los cojones viajar para tomar un simple desayuno que, ademas, me ponía nervioso.

Mis amigos no pensaban lo mismo que yo, así que decidieron emprender el viaje. Llamaron para reservar taza, y les dijeron que estaba lleno hasta dentro de 2 años. Aceptaron, y comenzaron la espera.



Esa cafetería clandestina se las traía. El señor que la regentaba, un tal Andrey Sasha, era un ex-militar checoslovaco de la división aérea del ejército rojo. Era un hombre que los tenía bien puestos y que estaba acostumbrado a conseguir todo lo que quería. Cuando se le metía algo en la cabecita, luchaba y luchaba, y tras mucho luchar, lo conseguía. Era un ganador.

Se dice que obligó a su mujer a someterse a una operación de cambio de sexo, solo para poder pegarle una patada en los cojones. Ese animal no tenía barreras, y si te cruzabas en su camino, te convenía ir muy alerta, por que en un conflicto de intereses siempre saldrías perdiendo. No era un hombre que se dejara amedrentar con facilidad, y desconfiaba de todo el mundo. Decía que solo se creía lo que veía. Esa era su filosofía de vida. Filosofía que empezó a carecer de sentido el día en que una granada le hizo perder los dos ojos. La mas gracioso, es que la granada ni si quiera llegó a explotar. Lo que paso, fue que un compañero suyo que era muy de la broma, un humorista frustrado llamado Vasiliev, le lanzo la granada a la cara con tal fuerza, que le saco los globos oculares de las cuencas. Extraño, pero cierto.

El "Articulo 108, punto c), de la vigente legislación del ejército rojo" dice, y cito textualmente: "Los ciegos son escoria". Así que el ejército checoslovaco cogió a Andrey para explicarle que en ese país ya no pintaba nada, y se lo explicaron con el tacto que solo la gente del este de Europa tiene. Le dijeron así: "Andrey, has servido a tu ejercito con valentía y honor, pero ahora mismo ya no sirves ni para hacer la 'O' con un canuto. Así que… que tal si haces las maletas y te vas a tocar los cojones a otro lado".

Por motivos que no vienen al caso, Andrey eligió España como lugar de residencia. Una vez aquí, excavó un sótano con sus propias manos. ¿Por qué? Pues por que en ese sótano no entraba nada de luz, así que Andrey había construido ese pequeño universo en el que todos eran igual que el: ciegos. En ese agujero decidió montar su negocio. No sabia a que dedicarse, hasta que un día se compro una "Nespesso". Y como con esa maquina, hasta el mas tonto hace cafés, montó una cafetería. Quien le iba a decir a ese valiente varón, el día que lo echaron elegantemente de su país, que las cosas le irían como le fueron.



A cualquier persona que le preguntes, te dirá que el mejor café del mundo es el colombiano. Y no es mentira, el café es bueno, pero la ejecución colombiana da pena. Andrey en cambio, tenía una ejecución exquisita y la mejor publicidad: el boca a boca. Su fama llegó a todos lados, desde la costa del sol hasta Chile, pasando por Madeira y Haití. Un autentico terremoto publicitario. Incluso el ejército checoslovaco lo quiso reincorporar a sus filas. Lo intentó convencer con una carta muy patriótica que decía algo como: "Tu país nunca te ha olvidado. Siempre hemos querido tener gente como tu en nuestras filas. Gente con liderazgo, con inteligencia, gente emprendedora. Tu país y tu ejército te suplican que vuelvas… bla, bla, bla...". Andrey no se complico mucho la vida a la hora de dar una respuesta. Cogió una caja de cartón, cagó dentro y se la envío a su ex-capitán. El ejército rojo no volvió a insistir. Habían entendido el mensaje.



Por otro lado, debo decir una cosa que de entrada parecerá que no viene a cuento, pero en realidad si que viene: a la hora de construir un edificio, es imprescindible calcular su estructura para que este no colapse. Con los sótanos no es distinto, incluso me atrevería a decir que precisan un calculo estructural aún mas complicado y complejo.

Ahora que gracias a mi explicación, conocéis un poco mejor el mundo de la construcción y sus intríngulis, y teniendo en cuenta, que el "coffee shop" de Andrey estaba montado en un sótano que había construido un ciego con la misma estrategia con la que los niños hacen agujeros en la arena de la playa: con ilusión pero sin medios, no os extrañareis cuando os diga que, ese pobre hombre, murió sepultado dentro de su propio garito.

Cuando a Andrey se le cayó su cueva encima, a mis amigos les faltaban solo cinco días para cumplir con la espera que los llevaría a probar esa delicia aromática. Así que nunca llegaron a probar ese café. Por lo tanto no os puedo decir si les gusto tanto como la gente decía o si les pareció aguachirri. Pero buena fama si que tenía. Y hoy por hoy, eso es lo que cuenta.



Hay gente que dice que cuando la cafetería de Andrey colapsó, el no estaba dentro y que aprovecho la situación para empezar una nueva vida, como Elvis, Tupac, John Lennon o Fausto (Fausto era un reponedor de un souvenir que había en la playa de mi pueblo, que simuló su propia muerte para esquivar las deudas que tenia con un mafioso siciliano que solo existía en su mente). Pero todas esas teorías se fueron a la mierda en el mismo instante en el que una excavación sobre el terreno topó con el cadáver, en avanzado estado de descomposición, de Andrey Sasha.

Tras un examen corporal rápido, el medico forense llegó a una conclusión escalofriante, dijo así: "Todos los indicios indican que esta muerto, así que debe de estarlo". Magistral. Una deducción admirable que fue compensada por parte del publico con un aplauso que hizo palidecer la ovación de una hora y siete minutos que recibió Pavarotti en su dia.

lunes, 8 de noviembre de 2010

11 cuentos que no cuentan nada (Cuento séptimo)

Operación jaula.



En la memoria de todos está ese dia. El 30 de Julio de 2009. Ese fue un día realmente movidito. Especialmente para nuestro amigo Ury Pansury. Un hombre que esa mañana se despertó como el desgraciado que es y se fue a dormir como el heroe que jamás ha sido.

Ury, como todas las mañanas desde que cumplió 10 años, se despertó para ir al hotel en el que trabajaba. Todo parecía ir sobre ruedas. Un dia mas. Un dia normal y corriente. Pero por esas cosas que nadie sabe muy bien como explicar, Ury tenia una corazonada. El sabía que algo no iba según lo previsto.

Nada mas despertarse, ya puso cara de sospecha (Una cara muy típica en el. Consistía en cerrar un poco los párpados y, con la cabeza fija, ir moviendo los ojos de un lado al otro), y a esto súmale que cuando aún no había dado ni los buenos días, dijo: "esto me huele a pólvora". Una vez que sabes lo que paso ese dia te das cuenta de que Ury había tenido una especie de premonición. Pero cuando también sabes que Ury, por motivos que se desconocen, cada mañana desde hacia años, al despertarse ponía su cara de sospecha y decía la puta frasecita de la pólvora, te das cuenta de que lo único que pasaba ahí era que ese chaval era un poco subnormal. Por eso nadie le daba importancia a sus palabras. Ni esa mañana ni nunca.

Como decíamos, Ury fue a hacer lo que mejor sabia hacer: tratar con el cliente británico.

Eran las 13.50h. cuando tuvo lugar el atentado terrorista que dio origen a esta historia real. Fue escuchar la explosión, y Ury se llenó de valor y de afán de protagonismo (Mas de afán de protagonismo que de valor, todo sea dicho), se dirigió a su jefe y le dijo: "Boss, dejo el comedor unas horas. Los TEDAX me necesitan. Ha explotado una bomba". Su jefe lo miró de arriba a abajo tres veces antes de contestarle: "Ury, te voy a contar una historia. Una mañana, mi hijo me dijo que no quería ir al colegio. Yo le dije que tenia que ir, que era su obligación, y el me repitió que no le apetecía. Entonces, cogí a mi hijo, lo senté en un taburete y le reventé la cabeza a base de codazos. Hoy por hoy no tengo hijos y estoy pendiente de un juicio por filicidio. A ti, como hice con mi hijo, solo te lo diré una vez. Ya te estas poniendo el uniforme de trabajo y yéndote al comedor. Tu no desactivas bombas. Tu pones mesas, quitas mesas, limpias platos y utilizas tu sonrisa para parecer simpático. Pero bajo ningún concepto, desactivas bombas". Ury agachó la cabeza, se dio la vuelta y se fue al comedor a darlo todo.

Como en este mundo, no hay cosa mas confiada que un ignorante. Ury decidió creer que el, dentro de todo el dispositivo policial desplegado con motivo del atentado terrorista, era una pieza clave.

El atentado terrorista había puesto al pueblo de Ury en los titulares de todos los informativos de ámbito nacional y algunos de ámbito internacional. La oportunidad que se le presentó fue de esas que te aparecen una vez en la vida. Ury lo sabia y quería subirse al tren de la actualidad.

No paso mucho tiempo cuando los cuerpos de seguridad del estado detectaron otra bomba adosada a un coche. Pero por mas que lo intentaba, la guardia civil no conseguía desactivar esa bomba. Esto no era mas que un oportunidad disfrazada de tragedia para nuestro amigo Ury, que se acerco al TEDAX y, con su cigarrito en la boca, le dijo: "El verde chaval... el cable verde es el que tienes que cortar". El TEDAX aparto su mirada de la bomba un momento, miro a Ury a los ojos y pensó en decirle: "esto no lleva cables... subnormal". Pero el TEDAX, que era un hombre con estudios, se dio cuenta de que no merecía la pena dirigirle la palabra a un hombre que le está dando caladas a un cigarro apagado, y optó por el plan B: llamar a su compañero Filip·po para que se llevar a Ury lo mas lejos posible de la zona cero.

Ury, dentro de su cabecita loca, pensaba que estaba haciendo una aportación digna de medalla. Pero en realidad solo era un obstáculo para el desarrollo del trabajo policial. Estuvo tocando los cojones desde el principio de la operación hasta que se lo llevaron de la zona.

Pasadas unas horas, Filip·po ya había dejado a nuestro protagonista a varios kilómetros del lugar de los hechos. Concretamente, a cuatro mil doscientos setenta y cinco kilómetros (en Teherán, capital de Vietnam). Solo con Ury a esa distancia, la policía pudo trabajar con tranquilidad.

Y este, amigos míos, fue el dia mas importante en la vida de Ury. Un día en el que a pesar de que su imagen pasó desapercibida incluso para sus seres mas queridos, el se fue a dormir pensando que había sido una pieza clave en la que se conocería como la "Operación Jaula". Que dicho sea de paso, fue una operación que no sirvió absolutamente para nada.



THE END



Un año después de que Filip·po dejara a Ury en Teherán, este se casó. Ahí acabo formando una familia. Empezó montando un bar de tapas en el que no se servían tapas y se enamoro de una mujer que tampoco era mujer. Tuvieron cuatro hijos. Todos ellos con problemas en el cromosoma número 21.

Veintiséis años después de su marcha forzada a Vietnam, cuando cumplió 25 años de casado, decidió celebrar sus bodas de plata de forma espectacular. Se fue a hacer puenting sin cuerda. Lo que paso a continuación os lo podéis imaginar. Hubo Ury por todas partes.



La Guardia Civil condecoró a Fil·lipo con la Medalla al Mérito por deshacerse de Ury. Esa noche salió de marcha para celebrarlo, pilló cacho con un hombre y le retiraron la medalla por maricón. Esto le provocó una depresión que lo llevó a intentar quitarse la vida con el método de la soga. Lo hizo. Se colgó y se rompió el cuello. Antes de asfixiarse, también se rompió la soga.

Hoy en dia Filip·po esta postrado en una cama, sin movilidad de cuello para abajo y sin medalla. Pero con una televisión de 1080 lineas con TDT y un disco duro de dos Terabits (dos mil Gigas), lleno de películas, que maneja con la mirada.

lunes, 1 de noviembre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento sexto)

Arte.



En lo suyo, era el mejor que había parido madre. Eugenio era un artista brillante que pintaba unos cuadros buenísimos. El alcance de su prestigio era tan desproporcionado, que llegó a un punto en el que una simple cagada suya sobre un lienzo se consideraba una maravilla y se pagaban millones.

El ser humano siempre ha sido bastante gilipollas en ese aspecto. En el artístico quiero decir. El se dio cuenta, e hizo fortuna explotando eso.



Proponerle que hiciera algo distinto era absurdo, por que cuando alguien hace algo de forma tan correcta como lo que el hacía con la pintura, no se debe perturbar jamás su concentración. Pero un día, un hombre al que llamaban Cobra, que había perdido la virginidad montando a caballo, le dijo: "Eugenio, ¿te viene bien alicatarme el baño de casa?".

Para comprender bien lo que paso a continuación, es completamente necesario saber una cosa, y es que Eugenio tenía una polivalencia laboral completamente nula. Me refiero a que, aparte de tocar los cojones con los pincelitos, era un inútil. Así que esa propuesta lo dejó bloqueado y le provoco una embolia que le acabaría dejando paralizado todo el lado izquierdo del cuerpo. Hay que aclarar que Eugenio era zurdo cerrado, de modo que esa parálisis lo convirtió en un parásito social.

Su habilidad con la pintura solo era comparable con su afán de superación. No se lo pensó dos veces y decidió aprender a utilizar el lado derecho de su cuerpo. Cogió un lienzo, un pincel, un porrito de un caucho que parecía polen y unas acuarelas, y dijo que con su lado malo (el diestro) sería capaz de pintar incluso mejor de lo que lo hacia con el lado izquierdo antes de sufrir la embolia.

Se puso manos a la obra y empezó a pintar un cuadro. El aseguraba que ese trabajo lo relanzaría al estrellato del mundo del arte y, conociéndolo, nadie lo dudaba.



Pasado un mes, ese cuadro vio la luz.

Amigos... no se puede describir con palabras la chapuza que Eugenio creó. Lo hizo tan mal que incluso llegó a ofender a su propia raza: la raza humana.

Menos de 24 horas después de publicar su nueva obra, cayó sobre el, y con fuerza, todo el peso de una nueva ley que se redactó, deprisa y corriendo, enseguida que ese insultante cuadro fue mostrado públicamente. Esa ley decía que Eugenio debía ser sometido a una amputación cuádruple de brazos y piernas. Y luego, antes de que las 4 hemorragias cicatrizaran, ser depositado boca abajo en mitad del Océano Índico.

Así se ejecutó la sanción.



Os podría decir que una vez en pleno Océano Índico, el ya mencionado afán de superación de Eugenio lo llevó a ponerse boca arriba y nadar miserablemente hasta la costa. Pero en esa situación, vivir no vale la pena. Y además, un tiburón blanco se lo zampó nada más tocar el agua.


martes, 26 de octubre de 2010

11 cuentos que no cuentan nada (Cuento quinto)

Un cuento que no sucedió.



Era un día lluvioso de una invernal tarde en un pueblo peninsular. Aunque bien mirado, no llovía tanto. En realidad no llovía en absoluto. Esto puede llevar a pensar que no era un día lluvioso. Es mas, no había ni una nube en el cielo, lo que imposibilitaba que lloviese. Por lo tanto no era un día lluvioso, sino un día soleado.

Eran mas de las 12 de la noche, así que ni era de día ni lucía el sol.

La temperatura ambiente era de unos 30 grados centígrados. Una temperatura muy habitual a mediados de Agosto, fecha en la que nos encontrábamos. Esto también convertía en mentira lo de "invernal". Así que no era un día lluvioso de una invernal tarde, sino una calurosa noche veraniega.

Todo sucedió durante esa noche, y todo sucedió en la playa. Aunque el cadáver de Lichenko fue encontrado en la montaña. Por lo tanto, no todo sucedió en la playa. Realmente, en la playa no sucedió nada, ya que era un pueblo centro-peninsular sin playas.

Según quien contara la historia cambiaba mucho. Había miles de versiones, pero solo tres de ellas habían ganado fuerza dentro de la rumorología popular. La que decía que todo sucedió en la playa, en invierno y bajo la lluvia; la otra que decía que sucedió en pleno verano en el monte; y, por último, la que decía que no había sucedido absolutamente nada.

Por extraño que parezca, la última era la única verdadera. Por que en ese pueblo nunca había pasado nada. De hecho, ese pueblo ni siquiera existía. Así que el cadáver de Lichenko nunca fue encontrado.

lunes, 18 de octubre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento cuarto)

Mondachov.



Mondachov era un chavalín paralítico y, por que no decirlo, bastante gilipollas. Y esto, que fuera gilipollas, debemos tenerlo muy presente durante todo el relato.

Su

única ilusión en la vida, se había visto reducida a sentarse y mirar como sus amigos jugaban al fútbol en el polideportivo del pueblo. Su parálisis le impedía participar en esos partidos, aún que no mentimos si decimos que, antes de la parálisis, tampoco le dejaban jugar. Los motivos eran sencillos: era el niño mas tonto del colegio. Y a esta gente, como máximo, se le deja arbitrar. Que tampoco.


P

ero primero vayamos al origen de esa parálisis.



Tiempo atrás, Mondachov tenia una novia. Una chica llamada Marianna que tenia una capacidad visual del 0%, lo que significa que veía exactamente una puta mierda. Ella aseguraba haberse enamorado de Mondachov a primera vista, y aun que todos sabemos que los ciegos no pueden desarrollar esa clase de amor, Mondachov prefería pensar que si era posible.

Un día, nuestro protagonista, se llevo a su chica a pasar una tarde romántica en un acantilado que tenia unas vistas preciosas al mar. Una vez allí, y para impresionar a Marianna, llevó a cabo una proeza que solo está al alcance de gente realmente inútil: se fue al borde de ese acantilado de veinte metros de altura y saltó al mar.

La profundidad del mar en esa zona, era de un metro en los días en que la marea estaba alta. Y ese día, no lo estaba. Hay que decir en favor de Mondachov, que nunca había aprobado física, y desconocía conceptos básicos como "Gravedad", "Densidad" o "Caída libre". Teniendo en cuenta todo esto, ese salto de fe solo tenía un resultado posible: se reventó la columna vertebral contra las rocas y perdió toda la movilidad de su tren inferior. Esto confirmaba lo dicho anteriormente: Mondachov, era subnormal profundo.


Volvamos a su vida de paralítico.



Un día, durante una de esas pachangas en las que Mondachov ejercía de espectador, un chaval al que llamaban Cáncer, por un tumor que tenia en el páncreas, lanzó la pelota a la autopista. Mondachov decidió ir a buscarla, pensando que así, se ganaría el favor de esos que lo maltrataban (que eran todos). No me preguntéis como llegó a la autopista. Pero llegó, cruzó, cogió la pelota, volvió a cruzar y, cuando estaba en mitad de la calzada con esa silla de ruedas que le había construido su hermano pequeño en clase de tecnología, un camión de gas butano le paso por encima. De la silla no se supo nada mas y, milagrosamente, Mondachov recupero la movilidad de su tren inferior. Se puso en pie, volvió al campo de fútbol con la pelota, empezó a jugar y metió cuatro goles. Todos ellos de chilena y por la escuadra, aun que, hoy por hoy, todavía existen dudas sobre si uno de esos goles entró por la parte de fuera de la portería. La cuestión es que el chicharro subió al marcador y el equipo de Mondachov perdió por «16 - 4».

E

n el pueblo se empezó a relacionar a Mondachov con temas paranormales, religiosos y con Iker Jiménez.

La gente hablaba, dia si y dia también, sobre lo sucedido. Se decia de todo. Que si era un milagro, que si Mondachov era un enviado del señor, que si el condón era obra del diablo, etc.

Mondachov no era ajeno a toda esta rumorología, así que, como le hubiera pasado a cualquiera, se le empezó a subir el ego un poco mas de la cuenta. Su madre, para bajarle un poco los humos, le dio uno de esos consejos que un jovencito de su edad debería tener en cuenta. Le dijo: "Hijo, ni antes eras tan tonto como parecías ni ahora eres tan interesante como crees ser" (Mentira. Antes si era tan tonto como parecía, o mas). Pero Mondachov hizo lo que la mayoría de jóvenes de su edad hacen con los consejos maternos: pasar olímpicamente, coger una revista que tenía escondida en su habitación e ir al baño a ordeñarse.

La confianza que empezaba a albergar, no tardo en afectar a su conducta. Un día, en el patio del colegio, el niño mas chulo de todo el pueblo, un chaval llamado Richard que en sus ratos libres pegaba a sus padres, le quiso robar el bocadillo a Mondachov. Cosa muy habitual. Hacia por lo menos cuatro años que Mondachov no se comía su propio bocadillo. Pero ese día, estaba pleno de confianza y no se arrugó ante las amenazas del malo mas malote. Richard entendió eso como una provocación, así que decidió hacer lo que mejor se le daba: repartir hostias. Todo el colegio estaba a punto de ver como a Mondachov le iban a reventar la cara. Pero Richard, al coger impulso, se tropezó con un armadillo que pasaba por allí, cayó al suelo y se abrió la cabeza contra un bordillo. Mondachov aprovechó la coyuntura para darle una patada furtiva en las costillas y proclamarse vencedor.

Toda persona medianamente coherente, sabe que Mondachov no termino apalizado por motivos puramente fortuitos. Pero el, entendía tanto de coherencia como Hitler de integración social. Así que pensó que había ganado ese combate, simplemente, por que era el mejor y por que el accidente con el camión de gas butano le había otorgado poderes de superheroe. Como los de Superman, los de Spiderman o los de Chuck Norris. Pero lo peor de todo es que no solo lo pensaba el, sino que todo su entorno empezó a pensar de igual manera, conviertiéndose así, en un ídolo de masas.



Mondachov siempre había tenido una espinita clavada, un trauma al que nunca se había visto capaz de plantar cara, tenia una deuda con ese acantilado que marco un punto de inflexión en su mierda de vida. Ahora, con sus nuevos poderes, se veía capaz de todo, así que desde un principio lo tuvo clarísimo: tenia que volver al lugar en el que perdió la movilidad de su tren inferior y retar a ese precipicio.

Retar a un accidente geográfico, es otra de esas acciones que le dan mas solidez a la teoría de que Mondachov no era un chico completo, psicológicamente hablando.

Anunció su hazaña con un mes de antelación. No le quedó ni un niño ni una vieja a quien contarle que volvería al acantilado y saltaría otra vez. Todos, absolutamente todos, lo sabían. Era tal su fama, que se habían fundado grupos de fans, peñas de seguidores, etc.

S

e hizo un grupo en facebook: "Mondachov VS acantilado" se llamaba. Treinta y ocho millones de afiliados al grupo. El 98% de ellos apostaban por Mondachov y el otro 2% no sabía o no contestaba. Se convirtió en el acontecimiento del mes, del año y posiblemente del siglo (sin contar el especial de telecinco "La princesa del pueblo").



Por fin llegó el día. Ciento cincuenta mil personas ahí congregadas, cobertura televisiva con helicópteros, camisetas con la cara de Mondachov, pegatinas que ponían "I (corazoncito) Mondachov", energúmenos con el nombre de Mondachov tatuado en la frente, cánticos para Mondachov que rimaban:

- Mondachov, campeón / fóllame sin perdón.


Otros que no rimaban:

- Mondachov, campeón / destrózame el virgo.


Y otros que no venían a cuento:

- El Mallorca, es un sentimiento / que se lleva, se lleva bien adentro



Entre todo este tumulto, llegó el. Avanzó entre la gente como si dos ángeles lo llevaran de la mano. De repente se hizo un silencio sepulcral. Mondachov se dirigía con paso firme y elegante directo al borde del acantilado. Llegó, miró abajo... y saltó.



Uno... Dos... Tres.



Fueron tres segundos eternos de caída libre. Todo el mundo estaba convencido de que nada podía salir mal. Habían depositado mucha confianza en los poderes de Mondachov. Pero como hemos dicho antes, esos poderes solo estaban en su cabeza, al igual que esos dos ángeles que lo llevaban de la mano. Así que Mondachov se metió uno de los piños más escalofriantes que recuerda el ser humano.



T

res meses después, se despertó en el hospital. Había salido del coma. El diagnostico era clarísimo. Ponía, Literalmente: "columna vertebral inservible". Volvía a estar paralítico.

Con esa nueva parálisis, recuperó su vida anterior. Esa vida de mierda que consistía únicamente en ir a ver como sus amigos jugaban a fútbol.

En una de esas pachangas, alguien volvió a lanzar un balón a la au

topista. Esta vez la culpa no fue de Cáncer, ya que su tumor de páncreas se lo había llevado al otro barrio hacia cosa de dos semanas. Con el balón en la autopista, todo el mundo miró a Mondachov. Pero decidió que no. Que esta vez, el no iría buscarlo.

lunes, 11 de octubre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento tercero)

El matadero.



Trabajar en el matadero siempre había sido un honorable oficio. Mataban todo tipo de animales: desde ratones hasta Caribús salvajes, pasando por gacelas thompson y niños con retraso mental, que en esa epoca eran considerados animales. Humanoides para ser mas exactos.



A la hora de abrir un matadero debías declarar en un juzgado cual iba a ser el sistema que utilizarías para el proceso de sacrificio de los animales. Solo de esta forma podías obtener la licencia.

El sistema mas utilizado era el de la piedra de 10Kg. Era extremadamente sencillo: consistía en matar al animal usando dicha piedra como arma arrojadiza. No podía ser una piedra cualquiera. Debia tener unas medidas estándar. También se pedían permisos, homologaciones, ITP's (Inspeccción Técnica de Piedras), etc. Una vez que se tenían todos los papeles, la administración sellaba esa piedra y pasaba a ser legalmente un arma.

Antiguamente todo era infinitamente más fácil. Apenas se pagaban impuestos, los bancos no te asfixiaban con las hipotecas y todo el mundo vivía feliz o semi-feliz, pocos eran los tristes. Pero vivir bien, siempre ha sido cuestión de tiempo, así que empezó a crearse una legislación para mataderos que limitaba mucho su libertad a la hora de desarrollar la noble tarea de dar muerte.

Las protectoras de animales protestaron mucho por el uso del sistema de la pedrada de 10Kg. Decían que era humillante para el animal y que, en muchos casos, no moría en el acto y sufría. Los amos de mataderos decían que si. Que el animal sufría. Que ahí residía la gracia y el sentido de su trabajo: en el sufrimiento.

Como os podéis imaginar, esos comentarios no cuajaron muy bien en el seno de las protectoras de animales. También es verdad que esas protectoras, generalmente, estaban formadas por niños de papa. Gente débil. Hijos de puta que la única sangre que habían visto en su vida, era la del entrecot poco hecho que les servia su mayordomo.

El 21 de Junio de 2003, una convención sobre la protección del planeta Tierra congregó a toda esta manada de sopla pollas y, un niño de 9 años que había comprado 50 toneladas de C4 en un mercadillo de Estambul se inmoló en plena convención, llevándose por delante a toda esa gentuza. Cosas de la madre naturaleza. En ese momento, el mundo se convirtió en un lugar mucho mas limpio, tranquilo y amigable. Mucha gente lloró la perdida de esos activistas y sobre todo la del pobre Muhammad Al-Mohad: el canijo terrorista. Pero en el fondo, hasta las personas que mas querían a esos ecologistas, sabían que todo era mucho mejor con esa gente bajo tierra. Así que Muhammad Al-Mohad fue declarado heroe mundial y se colocaron estatuas suyas en todas las plazas de todos los pueblos.

La aportación de ese mocoso vino de lujo, pero vino tarde, por que el daño ya estaba hecho. La "ley para el control del proceso de sacrificio de los animales" ya había sido redactada y aprobada en el Senado.

Se exigía que todo matadero dispusiera de inyecciones letales para dar muerte a animales de menos de 30Kg. Esto iba unido a la contratación de un medico que muchos no podían costearse.

Para animales que superaran los 30Kg se exigió tener en el local un acelerador de partículas homologado. Esto suponía la contratación de un físico nuclear que tampoco podían pagar todos.


Lo que siempre había sido un oficio sin complicaciones, se veía sumergido en una crisis sin precedentes provocada por una legislación que no dejaba lugar a la improvisación.

El tradicional arte de la piedra. El método mas antiguo jamás utilizado para dar muerte, había sido saboteado por gente que desconocía el oficio. Gente que desconocía que una pedrada es la muerte mas honorable que se le puede dar a un animal. El arte de matar animales acababa de perder los principios que lo regían y que lo convertían en un oficio solo a disposición de gente realmente valiente.

Esta nueva legislación, sin duda, fue creada y redactada para terminar con el oficio. Y así sucedió. Todos los mataderos de la tierra cerraron sus puertas declarándose, económicamente, en una situación insostenible. Y a partir de ese instante no se mató ningún animal mas en nuestro planeta. Esto nos dejó en una situación en la que el hombre solo se alimentaba de verduras, frutas, hortalizas, legumbres y muchas mas cosas que no quitan el hambre. Se vendían algunos kebabs de forma clandestina, pero como eso no era norma, muchos humanos murieron por carencias proteínicas. Los pocos que sobrevivieron no corrieron mejor suerte.

El Caribú salvaje, un animal muy cariñoso, acostumbrado a reproducirse a toda leche para compensar la grandiosa cantidad de bajas que el matadero provocaba en su especie, vio de repente como su población iba aumentando de forma exponencial, hasta tal punto, que en pocos años se hizo con el dominio del planeta. Ese animal se sentía el puto amo, y con motivo. Así que decidió tomar cartas en el asunto, matando, con su cornamenta y a modo de venganza, a todos los humanos que quedaban sobre la faz de la tierra.



El matadero era un oficio que se había creado antaño para mantener el equilibrio del ecosistema. Pero, como en todo paradigma, en algún punto del camino los humanos olvidamos su función, eliminamos el matadero y el ecosistema se desequilibro eliminándonos a nosotros.

domingo, 3 de octubre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento segundo)

Los Ploster.



Enrique. Pobre Enrique. No era un mal chico, pero, es que era tonto del culo.

Lo conocí en los baños de una discoteca de mala muerte en Filipinas. Cuando lo vi por primera vez, el muy desgraciado se estaba metiendo una clencha de palmo y medio. Le dije que se estaba destrozando la vida y me contesto con una frase lapidaria: "yo no tengo vida".

Ante esa muestra de sinceridad y seguridad, no pude hacer nada mas que pedirle que me pintara una raya, metérmela y aceptarlo como mi nuevo ídolo.

Me preguntó que si quería salir de marcha con el. La pregunta fue así: "¿quieres salir de marcha conmigo? ". Como yo no conocía la zona y el tenia pinta de conocerla, y bien, le conteste que si.

No voy a contar todas las cosas que le vi hacer a ese degenerado esa noche. Solo puedo decir que vomité dieciocho veces. Y como todos sabemos, existe una norma no escrita que dice, que si vomitas mas de diez veces con una persona, esta, pasa automáticamente a convertirse en tu amigo. No se quien escribió esa norma, pero al ser una norma no escrita, supongo que no lo hizo nadie.

¿Como llegó Enrique a esa caótica situación?. Buena pregunta. Ahora os lo cuento todo con pelos, señales y alguna que otra anécdota de esas que dices: "¡Coño!. Que gracia este hijo de puta".



Uno de los sueños de la infancia de Enrique, era entrar en la escuela de magia de Gijón. Solo se exigía una cosa: tener 16 años. Así que 16 años después de su nacimiento, Enrique ya cumplía con todos los requisitos necesarios para superar esa poco exigente prueba de acceso y matricularse.

Esa escuela se había hecho famosa en el mundo entero por que formaba magos de pacotilla que nunca llegaban a hacer de la magia su forma de vida.

Ahora, para que comprendáis la magnitud del fracaso académico que padecía ese centro escolar, me voy a tomar la libertad de ilustraros con una pequeña anécdota:



*ANÉCDOTA*

Presidiendo la sala de juntas de la escuela, estaba el busto de un mago apodado Lefante (Una versión de la leyenda, dice que el mote le viene de un noble animal: el elefante. La otra versión dice que el mote se lo pusieron en las duchas del colegio, donde mostraba ciertos excesos genéticos de carácter sexual. Pero este, es un tema que no interesa en absoluto).

Lefante se había ganado esa posición privilegiada en la sala de juntas, gracias a un truco de mierda que consistía en sacar un As de una baraja de ciento cincuenta cartas en la que todas eran Ases. Un día lo hizo en un festival infantil. Pero la simpleza de ese juego de manos era tal, que todos los niños se dieron cuenta enseguida de donde estaba el truco y, decepcionados, le tiraron tomates, lechugas y una PlayStation3 que le impacto en los riñones mientras se protegía la cara.

Ese mago y ese truco, eran el orgullo de la escuela. No hace falta que os diga como eran el resto de magos ni como eran el resto de trucos.

*ANÉCDOTA FINIQUITADA*



Con la llegada de Enrique Ploster, parecía que todo iba a cambiar en esa escuela. Parecía que eso iba a ayudar a limpiar la deteriorada imagen del centro. Enrique llegaba con credenciales de peso, ya que tenia un primo que era todo un ídolo en esa comunidad de magos de mierda: un tal Jarry. Este Jarry era un genio al que el "abracadabra" se le quedaba corto. Su habilidad era tal, que recibió una beca para ir a Jouards (Jarry y Jouards ya os sonaran de algo. Y es que, alguien plagio este cuento para hacer cuatro libros y cuatro pelis que, la verdad, han tenido bastante éxito). Dejó de lado tanto amigos como familiares para llegar a convertirse en un mago de provecho. Cosa que nunca sucedió. ¿Y por que no sucedió? Pues no sucedió, por que un buen dia, Jarry fue encontrado metiéndose cocaína en una habitación del sótano del colegio. Puso la primera excusa que se le pasó por la cabeza: "esta cocaína... no es cocaína". Una excusa de mierda que solo le sirvió para llevarse una colleja que lo lanzó a veinte metros de distancia.

Se le impuso la sanción mas severa recogida por los estatutos de Jouards: pasar una semana en la habitación de rayos gamma de la escuela. Jarry cumplió el castigo de principio a fin.

Al terminar esa radioactiva semana, llegó la hora de pasar la revisión medica anual del colegio. Se le detectaron ochenta y siete tumores, de los cuales solo cinco eran operables. Así que se operó. La operación fue todo un éxito. Un absurdo éxito, ya que tras extirparle esos cinco tumores operables le seguían quedando ochenta y dos inoperables. Setenta eran en la traquea, diez en el lóbulo frontal y dos en el colon. Así que 48 horas después de esa exitosa operación, la metástasis se llevaría a nuestro amigo Jarry solo dios sabe donde. Algunos decían que iría al cielo. Otros, que iría al infierno. Pero la verdad es que al único lugar al que iría, era a un agujero cavado en el monte. Una vez en el agujero, se le tiro un poco de tierra por encima y la vida siguió. Antes de ser lanzado al hollo, se le había practicado una autopsia que solo sirvió para detectar que los dos tumores de colon, en realidad, solo eran dos bellotas de polen marroquí que se le habían quedado alojadas de cuando se ganaba la vida haciendo de camello entre Ceuta y Cádiz.

Tras la muerte de Jarry, se modificaron los estatutos de Jouards en términos de radiación. Pero el daño ya estaba hecho. La injusticia que se cometió con Jarry Ploster no tardo en llegar a los oídos de Enrique, que tenia a su primo en un pedestal. Era su modelo a seguir. Por eso, Enrique, juró vengarse.

Decidió que se convertiría en el mejor mago de todos los tiempos y que acabaría con Jouards. Quería limpiar el nombre de su primo, usando la magia como elemento de destrucción. Pero Enrique, en realidad tenia mas ganas que capacidad.

Al finalizar el curso, suspendió todas las asignaturas menos religión, que la aprobó con un sobresaliente, a pesar de que esa asignatura no se impartía en Gijón. Pero la inutilidad de Enrique en el mundo de la magia solo era superada por su incompetencia falsificando documentos. Tanto sus padres como la junta directiva detectaron la falsificación en cuestión de segundos. Sus padres lo castigaron sin postre y la junta directiva le retiró la beca.

Sin postres ni beca, Enrique no era nadie. Así que, a partir de ese momento, tuvo que buscarse la vida de otra forma. Decidió dedicarse a la recogida del berberecho en las inexistentes costas de Extremadura.

Días después, se subió a una escoba para iniciar su viaje. Pero al final tuvo que hacer el viaje en tren, por que las escobas solo vuelan en las películas de brujas. Una vez en Extremadura, comprendió el significado del adjetivo "inexistentes". La falta de costas y, por lo tanto, la falta de berberechos, lo condujeron a buscarse la vida de forma improvisada.

Se compró un violín pensando que era una guitarra. El siempre había creído que la guitarra era un instrumento de percusión. Así que durante los primeros meses la gente lo tenia por un inepto que tocaba percusión con un instrumento de cuerda frotada. Pero al poco tiempo mostró maneras en ese campo: el campo de la percusión. Recibió la oferta de un grupo musical, la aceptó y, como todo músico que se precie, se enganchó a la farla, adoptando también la fea costumbre de pintarse las rayas sobre su instrumento antes de empezar los conciertos.

Musicalmente eran malos. Muy malos. Pero incomprensiblemente, cada vez asistía mas gente a sus conciertos, y el que había ido alguna vez, solía repetir. Esto extrañó mucho al sheriff de Extremadura, que enseguida abrió diligencias y mando a su detective mas mediático para investigar el caso: el detective Palomixto.

El detective Palomixto, era un un profesional como la copa de un pino que admiraba a Sherlock Holmes y su método deductivo. Solo tenia un "pero", y es que se desayunaba su propia orina, lo cual no le había impedido resolver todos los casos que habían caído en sus manos.

Palomixto empezó a investigar el "caso Enrique", y en cuestión de segundos se dio cuenta de lo que realmente pasaba allí. Cuando Enrique empezaba a percutir el violín, la cocaína que había sobre el instrumento, el sobrante de sus bestiales esnifadas, se dispersaba en el ambiente llegando hasta el público, que la esnifaba de forma inconsciente. La adicción llevaba a la gente a confundir el placer que les producía la farla con el placer por escuchar esa desastrosa música.

Palomixto concluyó su investigación diciendo que, el síndrome de abstinencia, era el culpable de que la gente siempre volviera a los conciertos de Enrique.

Se redacto el informe del caso y se celebro un juicio rápido, en el que se pedía cadena perpetua para Enrique por un delito contra la salud pública. El juez que instruía el caso, era un hombre de sesenta y tres años que salía con una quinceañera que había comprado en un mercado nigeriano a través del "eBay". Este hombre no iba de bromas en cuestiones relacionadas con los estupefacientes, ya que había perdido a dos de sus tres hijos por culpa del caballo. El otro hijo, irónicamente, murió practicando hípica.

Después de deliberar durante un minuto con treinta y ocho segundos mas el descuento, declaró a Enrique culpable. Y en una condena sin precedentes, lo mando a cumplir su castigo a una cárcel turca.

Enrique acabaría huyendo de esa cárcel usando un truco de magia que había aprendido en clase de escapismo. Tras fugarse, quiso ir a un sitio en el que nadie preguntara de donde vienes ni a donde vas. Así que fue a Filipinas. Y allí, coincidió conmigo.

Esa noche sirvió para que Enrique me contara toda la historia que acabáis de leer y para poca cosa mas, ya que en cuanto pude, le hice la "tres catorce" y me fui a un puticlub de travelos para desconectar.



Enrique nunca llegó a alcanzar la verdadera felicidad, por que fracasó estrepitosamente en su misión: Lavar la imagen de su primo Jarry. Así que, ni uno ni el otro, llegaron a pasar a la historia. Pero si lo hubieran hecho, hubiera sido como dos cocainómanos que no tenían donde caerse muertos.



FIN