domingo, 14 de noviembre de 2010

11 cuentos que no cuentan nada (Cuento octavo)

Andrey Sasha. El cafetero del este de Europa.



Existe una leyenda que relata la existencia de un café que hace las delicias del paladar mas exigente. Un café inigualable. Mucha es la gente que ha peregrinado al lugar que describe la historia para tastar esa maravillosa infusión de cafeína.

Bastante gente de mi pueblo decía haber ido y haberlo probado. Y todos coincidían en sus declaraciones; "No hay palabras para describirlo", "No quiero que nada mas vuelva a tocar mi paladar jamás", "Ya puedo morir tranquilo/a y en paz”. Joder, después de oír eso a uno le entraban ganas de probar ese café. Pero como yo siempre había sido mas de ColaCao, decidí que no me salía de los cojones viajar para tomar un simple desayuno que, ademas, me ponía nervioso.

Mis amigos no pensaban lo mismo que yo, así que decidieron emprender el viaje. Llamaron para reservar taza, y les dijeron que estaba lleno hasta dentro de 2 años. Aceptaron, y comenzaron la espera.



Esa cafetería clandestina se las traía. El señor que la regentaba, un tal Andrey Sasha, era un ex-militar checoslovaco de la división aérea del ejército rojo. Era un hombre que los tenía bien puestos y que estaba acostumbrado a conseguir todo lo que quería. Cuando se le metía algo en la cabecita, luchaba y luchaba, y tras mucho luchar, lo conseguía. Era un ganador.

Se dice que obligó a su mujer a someterse a una operación de cambio de sexo, solo para poder pegarle una patada en los cojones. Ese animal no tenía barreras, y si te cruzabas en su camino, te convenía ir muy alerta, por que en un conflicto de intereses siempre saldrías perdiendo. No era un hombre que se dejara amedrentar con facilidad, y desconfiaba de todo el mundo. Decía que solo se creía lo que veía. Esa era su filosofía de vida. Filosofía que empezó a carecer de sentido el día en que una granada le hizo perder los dos ojos. La mas gracioso, es que la granada ni si quiera llegó a explotar. Lo que paso, fue que un compañero suyo que era muy de la broma, un humorista frustrado llamado Vasiliev, le lanzo la granada a la cara con tal fuerza, que le saco los globos oculares de las cuencas. Extraño, pero cierto.

El "Articulo 108, punto c), de la vigente legislación del ejército rojo" dice, y cito textualmente: "Los ciegos son escoria". Así que el ejército checoslovaco cogió a Andrey para explicarle que en ese país ya no pintaba nada, y se lo explicaron con el tacto que solo la gente del este de Europa tiene. Le dijeron así: "Andrey, has servido a tu ejercito con valentía y honor, pero ahora mismo ya no sirves ni para hacer la 'O' con un canuto. Así que… que tal si haces las maletas y te vas a tocar los cojones a otro lado".

Por motivos que no vienen al caso, Andrey eligió España como lugar de residencia. Una vez aquí, excavó un sótano con sus propias manos. ¿Por qué? Pues por que en ese sótano no entraba nada de luz, así que Andrey había construido ese pequeño universo en el que todos eran igual que el: ciegos. En ese agujero decidió montar su negocio. No sabia a que dedicarse, hasta que un día se compro una "Nespesso". Y como con esa maquina, hasta el mas tonto hace cafés, montó una cafetería. Quien le iba a decir a ese valiente varón, el día que lo echaron elegantemente de su país, que las cosas le irían como le fueron.



A cualquier persona que le preguntes, te dirá que el mejor café del mundo es el colombiano. Y no es mentira, el café es bueno, pero la ejecución colombiana da pena. Andrey en cambio, tenía una ejecución exquisita y la mejor publicidad: el boca a boca. Su fama llegó a todos lados, desde la costa del sol hasta Chile, pasando por Madeira y Haití. Un autentico terremoto publicitario. Incluso el ejército checoslovaco lo quiso reincorporar a sus filas. Lo intentó convencer con una carta muy patriótica que decía algo como: "Tu país nunca te ha olvidado. Siempre hemos querido tener gente como tu en nuestras filas. Gente con liderazgo, con inteligencia, gente emprendedora. Tu país y tu ejército te suplican que vuelvas… bla, bla, bla...". Andrey no se complico mucho la vida a la hora de dar una respuesta. Cogió una caja de cartón, cagó dentro y se la envío a su ex-capitán. El ejército rojo no volvió a insistir. Habían entendido el mensaje.



Por otro lado, debo decir una cosa que de entrada parecerá que no viene a cuento, pero en realidad si que viene: a la hora de construir un edificio, es imprescindible calcular su estructura para que este no colapse. Con los sótanos no es distinto, incluso me atrevería a decir que precisan un calculo estructural aún mas complicado y complejo.

Ahora que gracias a mi explicación, conocéis un poco mejor el mundo de la construcción y sus intríngulis, y teniendo en cuenta, que el "coffee shop" de Andrey estaba montado en un sótano que había construido un ciego con la misma estrategia con la que los niños hacen agujeros en la arena de la playa: con ilusión pero sin medios, no os extrañareis cuando os diga que, ese pobre hombre, murió sepultado dentro de su propio garito.

Cuando a Andrey se le cayó su cueva encima, a mis amigos les faltaban solo cinco días para cumplir con la espera que los llevaría a probar esa delicia aromática. Así que nunca llegaron a probar ese café. Por lo tanto no os puedo decir si les gusto tanto como la gente decía o si les pareció aguachirri. Pero buena fama si que tenía. Y hoy por hoy, eso es lo que cuenta.



Hay gente que dice que cuando la cafetería de Andrey colapsó, el no estaba dentro y que aprovecho la situación para empezar una nueva vida, como Elvis, Tupac, John Lennon o Fausto (Fausto era un reponedor de un souvenir que había en la playa de mi pueblo, que simuló su propia muerte para esquivar las deudas que tenia con un mafioso siciliano que solo existía en su mente). Pero todas esas teorías se fueron a la mierda en el mismo instante en el que una excavación sobre el terreno topó con el cadáver, en avanzado estado de descomposición, de Andrey Sasha.

Tras un examen corporal rápido, el medico forense llegó a una conclusión escalofriante, dijo así: "Todos los indicios indican que esta muerto, así que debe de estarlo". Magistral. Una deducción admirable que fue compensada por parte del publico con un aplauso que hizo palidecer la ovación de una hora y siete minutos que recibió Pavarotti en su dia.

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