lunes, 11 de octubre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento tercero)

El matadero.



Trabajar en el matadero siempre había sido un honorable oficio. Mataban todo tipo de animales: desde ratones hasta Caribús salvajes, pasando por gacelas thompson y niños con retraso mental, que en esa epoca eran considerados animales. Humanoides para ser mas exactos.



A la hora de abrir un matadero debías declarar en un juzgado cual iba a ser el sistema que utilizarías para el proceso de sacrificio de los animales. Solo de esta forma podías obtener la licencia.

El sistema mas utilizado era el de la piedra de 10Kg. Era extremadamente sencillo: consistía en matar al animal usando dicha piedra como arma arrojadiza. No podía ser una piedra cualquiera. Debia tener unas medidas estándar. También se pedían permisos, homologaciones, ITP's (Inspeccción Técnica de Piedras), etc. Una vez que se tenían todos los papeles, la administración sellaba esa piedra y pasaba a ser legalmente un arma.

Antiguamente todo era infinitamente más fácil. Apenas se pagaban impuestos, los bancos no te asfixiaban con las hipotecas y todo el mundo vivía feliz o semi-feliz, pocos eran los tristes. Pero vivir bien, siempre ha sido cuestión de tiempo, así que empezó a crearse una legislación para mataderos que limitaba mucho su libertad a la hora de desarrollar la noble tarea de dar muerte.

Las protectoras de animales protestaron mucho por el uso del sistema de la pedrada de 10Kg. Decían que era humillante para el animal y que, en muchos casos, no moría en el acto y sufría. Los amos de mataderos decían que si. Que el animal sufría. Que ahí residía la gracia y el sentido de su trabajo: en el sufrimiento.

Como os podéis imaginar, esos comentarios no cuajaron muy bien en el seno de las protectoras de animales. También es verdad que esas protectoras, generalmente, estaban formadas por niños de papa. Gente débil. Hijos de puta que la única sangre que habían visto en su vida, era la del entrecot poco hecho que les servia su mayordomo.

El 21 de Junio de 2003, una convención sobre la protección del planeta Tierra congregó a toda esta manada de sopla pollas y, un niño de 9 años que había comprado 50 toneladas de C4 en un mercadillo de Estambul se inmoló en plena convención, llevándose por delante a toda esa gentuza. Cosas de la madre naturaleza. En ese momento, el mundo se convirtió en un lugar mucho mas limpio, tranquilo y amigable. Mucha gente lloró la perdida de esos activistas y sobre todo la del pobre Muhammad Al-Mohad: el canijo terrorista. Pero en el fondo, hasta las personas que mas querían a esos ecologistas, sabían que todo era mucho mejor con esa gente bajo tierra. Así que Muhammad Al-Mohad fue declarado heroe mundial y se colocaron estatuas suyas en todas las plazas de todos los pueblos.

La aportación de ese mocoso vino de lujo, pero vino tarde, por que el daño ya estaba hecho. La "ley para el control del proceso de sacrificio de los animales" ya había sido redactada y aprobada en el Senado.

Se exigía que todo matadero dispusiera de inyecciones letales para dar muerte a animales de menos de 30Kg. Esto iba unido a la contratación de un medico que muchos no podían costearse.

Para animales que superaran los 30Kg se exigió tener en el local un acelerador de partículas homologado. Esto suponía la contratación de un físico nuclear que tampoco podían pagar todos.


Lo que siempre había sido un oficio sin complicaciones, se veía sumergido en una crisis sin precedentes provocada por una legislación que no dejaba lugar a la improvisación.

El tradicional arte de la piedra. El método mas antiguo jamás utilizado para dar muerte, había sido saboteado por gente que desconocía el oficio. Gente que desconocía que una pedrada es la muerte mas honorable que se le puede dar a un animal. El arte de matar animales acababa de perder los principios que lo regían y que lo convertían en un oficio solo a disposición de gente realmente valiente.

Esta nueva legislación, sin duda, fue creada y redactada para terminar con el oficio. Y así sucedió. Todos los mataderos de la tierra cerraron sus puertas declarándose, económicamente, en una situación insostenible. Y a partir de ese instante no se mató ningún animal mas en nuestro planeta. Esto nos dejó en una situación en la que el hombre solo se alimentaba de verduras, frutas, hortalizas, legumbres y muchas mas cosas que no quitan el hambre. Se vendían algunos kebabs de forma clandestina, pero como eso no era norma, muchos humanos murieron por carencias proteínicas. Los pocos que sobrevivieron no corrieron mejor suerte.

El Caribú salvaje, un animal muy cariñoso, acostumbrado a reproducirse a toda leche para compensar la grandiosa cantidad de bajas que el matadero provocaba en su especie, vio de repente como su población iba aumentando de forma exponencial, hasta tal punto, que en pocos años se hizo con el dominio del planeta. Ese animal se sentía el puto amo, y con motivo. Así que decidió tomar cartas en el asunto, matando, con su cornamenta y a modo de venganza, a todos los humanos que quedaban sobre la faz de la tierra.



El matadero era un oficio que se había creado antaño para mantener el equilibrio del ecosistema. Pero, como en todo paradigma, en algún punto del camino los humanos olvidamos su función, eliminamos el matadero y el ecosistema se desequilibro eliminándonos a nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario