domingo, 3 de octubre de 2010

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento segundo)

Los Ploster.



Enrique. Pobre Enrique. No era un mal chico, pero, es que era tonto del culo.

Lo conocí en los baños de una discoteca de mala muerte en Filipinas. Cuando lo vi por primera vez, el muy desgraciado se estaba metiendo una clencha de palmo y medio. Le dije que se estaba destrozando la vida y me contesto con una frase lapidaria: "yo no tengo vida".

Ante esa muestra de sinceridad y seguridad, no pude hacer nada mas que pedirle que me pintara una raya, metérmela y aceptarlo como mi nuevo ídolo.

Me preguntó que si quería salir de marcha con el. La pregunta fue así: "¿quieres salir de marcha conmigo? ". Como yo no conocía la zona y el tenia pinta de conocerla, y bien, le conteste que si.

No voy a contar todas las cosas que le vi hacer a ese degenerado esa noche. Solo puedo decir que vomité dieciocho veces. Y como todos sabemos, existe una norma no escrita que dice, que si vomitas mas de diez veces con una persona, esta, pasa automáticamente a convertirse en tu amigo. No se quien escribió esa norma, pero al ser una norma no escrita, supongo que no lo hizo nadie.

¿Como llegó Enrique a esa caótica situación?. Buena pregunta. Ahora os lo cuento todo con pelos, señales y alguna que otra anécdota de esas que dices: "¡Coño!. Que gracia este hijo de puta".



Uno de los sueños de la infancia de Enrique, era entrar en la escuela de magia de Gijón. Solo se exigía una cosa: tener 16 años. Así que 16 años después de su nacimiento, Enrique ya cumplía con todos los requisitos necesarios para superar esa poco exigente prueba de acceso y matricularse.

Esa escuela se había hecho famosa en el mundo entero por que formaba magos de pacotilla que nunca llegaban a hacer de la magia su forma de vida.

Ahora, para que comprendáis la magnitud del fracaso académico que padecía ese centro escolar, me voy a tomar la libertad de ilustraros con una pequeña anécdota:



*ANÉCDOTA*

Presidiendo la sala de juntas de la escuela, estaba el busto de un mago apodado Lefante (Una versión de la leyenda, dice que el mote le viene de un noble animal: el elefante. La otra versión dice que el mote se lo pusieron en las duchas del colegio, donde mostraba ciertos excesos genéticos de carácter sexual. Pero este, es un tema que no interesa en absoluto).

Lefante se había ganado esa posición privilegiada en la sala de juntas, gracias a un truco de mierda que consistía en sacar un As de una baraja de ciento cincuenta cartas en la que todas eran Ases. Un día lo hizo en un festival infantil. Pero la simpleza de ese juego de manos era tal, que todos los niños se dieron cuenta enseguida de donde estaba el truco y, decepcionados, le tiraron tomates, lechugas y una PlayStation3 que le impacto en los riñones mientras se protegía la cara.

Ese mago y ese truco, eran el orgullo de la escuela. No hace falta que os diga como eran el resto de magos ni como eran el resto de trucos.

*ANÉCDOTA FINIQUITADA*



Con la llegada de Enrique Ploster, parecía que todo iba a cambiar en esa escuela. Parecía que eso iba a ayudar a limpiar la deteriorada imagen del centro. Enrique llegaba con credenciales de peso, ya que tenia un primo que era todo un ídolo en esa comunidad de magos de mierda: un tal Jarry. Este Jarry era un genio al que el "abracadabra" se le quedaba corto. Su habilidad era tal, que recibió una beca para ir a Jouards (Jarry y Jouards ya os sonaran de algo. Y es que, alguien plagio este cuento para hacer cuatro libros y cuatro pelis que, la verdad, han tenido bastante éxito). Dejó de lado tanto amigos como familiares para llegar a convertirse en un mago de provecho. Cosa que nunca sucedió. ¿Y por que no sucedió? Pues no sucedió, por que un buen dia, Jarry fue encontrado metiéndose cocaína en una habitación del sótano del colegio. Puso la primera excusa que se le pasó por la cabeza: "esta cocaína... no es cocaína". Una excusa de mierda que solo le sirvió para llevarse una colleja que lo lanzó a veinte metros de distancia.

Se le impuso la sanción mas severa recogida por los estatutos de Jouards: pasar una semana en la habitación de rayos gamma de la escuela. Jarry cumplió el castigo de principio a fin.

Al terminar esa radioactiva semana, llegó la hora de pasar la revisión medica anual del colegio. Se le detectaron ochenta y siete tumores, de los cuales solo cinco eran operables. Así que se operó. La operación fue todo un éxito. Un absurdo éxito, ya que tras extirparle esos cinco tumores operables le seguían quedando ochenta y dos inoperables. Setenta eran en la traquea, diez en el lóbulo frontal y dos en el colon. Así que 48 horas después de esa exitosa operación, la metástasis se llevaría a nuestro amigo Jarry solo dios sabe donde. Algunos decían que iría al cielo. Otros, que iría al infierno. Pero la verdad es que al único lugar al que iría, era a un agujero cavado en el monte. Una vez en el agujero, se le tiro un poco de tierra por encima y la vida siguió. Antes de ser lanzado al hollo, se le había practicado una autopsia que solo sirvió para detectar que los dos tumores de colon, en realidad, solo eran dos bellotas de polen marroquí que se le habían quedado alojadas de cuando se ganaba la vida haciendo de camello entre Ceuta y Cádiz.

Tras la muerte de Jarry, se modificaron los estatutos de Jouards en términos de radiación. Pero el daño ya estaba hecho. La injusticia que se cometió con Jarry Ploster no tardo en llegar a los oídos de Enrique, que tenia a su primo en un pedestal. Era su modelo a seguir. Por eso, Enrique, juró vengarse.

Decidió que se convertiría en el mejor mago de todos los tiempos y que acabaría con Jouards. Quería limpiar el nombre de su primo, usando la magia como elemento de destrucción. Pero Enrique, en realidad tenia mas ganas que capacidad.

Al finalizar el curso, suspendió todas las asignaturas menos religión, que la aprobó con un sobresaliente, a pesar de que esa asignatura no se impartía en Gijón. Pero la inutilidad de Enrique en el mundo de la magia solo era superada por su incompetencia falsificando documentos. Tanto sus padres como la junta directiva detectaron la falsificación en cuestión de segundos. Sus padres lo castigaron sin postre y la junta directiva le retiró la beca.

Sin postres ni beca, Enrique no era nadie. Así que, a partir de ese momento, tuvo que buscarse la vida de otra forma. Decidió dedicarse a la recogida del berberecho en las inexistentes costas de Extremadura.

Días después, se subió a una escoba para iniciar su viaje. Pero al final tuvo que hacer el viaje en tren, por que las escobas solo vuelan en las películas de brujas. Una vez en Extremadura, comprendió el significado del adjetivo "inexistentes". La falta de costas y, por lo tanto, la falta de berberechos, lo condujeron a buscarse la vida de forma improvisada.

Se compró un violín pensando que era una guitarra. El siempre había creído que la guitarra era un instrumento de percusión. Así que durante los primeros meses la gente lo tenia por un inepto que tocaba percusión con un instrumento de cuerda frotada. Pero al poco tiempo mostró maneras en ese campo: el campo de la percusión. Recibió la oferta de un grupo musical, la aceptó y, como todo músico que se precie, se enganchó a la farla, adoptando también la fea costumbre de pintarse las rayas sobre su instrumento antes de empezar los conciertos.

Musicalmente eran malos. Muy malos. Pero incomprensiblemente, cada vez asistía mas gente a sus conciertos, y el que había ido alguna vez, solía repetir. Esto extrañó mucho al sheriff de Extremadura, que enseguida abrió diligencias y mando a su detective mas mediático para investigar el caso: el detective Palomixto.

El detective Palomixto, era un un profesional como la copa de un pino que admiraba a Sherlock Holmes y su método deductivo. Solo tenia un "pero", y es que se desayunaba su propia orina, lo cual no le había impedido resolver todos los casos que habían caído en sus manos.

Palomixto empezó a investigar el "caso Enrique", y en cuestión de segundos se dio cuenta de lo que realmente pasaba allí. Cuando Enrique empezaba a percutir el violín, la cocaína que había sobre el instrumento, el sobrante de sus bestiales esnifadas, se dispersaba en el ambiente llegando hasta el público, que la esnifaba de forma inconsciente. La adicción llevaba a la gente a confundir el placer que les producía la farla con el placer por escuchar esa desastrosa música.

Palomixto concluyó su investigación diciendo que, el síndrome de abstinencia, era el culpable de que la gente siempre volviera a los conciertos de Enrique.

Se redacto el informe del caso y se celebro un juicio rápido, en el que se pedía cadena perpetua para Enrique por un delito contra la salud pública. El juez que instruía el caso, era un hombre de sesenta y tres años que salía con una quinceañera que había comprado en un mercado nigeriano a través del "eBay". Este hombre no iba de bromas en cuestiones relacionadas con los estupefacientes, ya que había perdido a dos de sus tres hijos por culpa del caballo. El otro hijo, irónicamente, murió practicando hípica.

Después de deliberar durante un minuto con treinta y ocho segundos mas el descuento, declaró a Enrique culpable. Y en una condena sin precedentes, lo mando a cumplir su castigo a una cárcel turca.

Enrique acabaría huyendo de esa cárcel usando un truco de magia que había aprendido en clase de escapismo. Tras fugarse, quiso ir a un sitio en el que nadie preguntara de donde vienes ni a donde vas. Así que fue a Filipinas. Y allí, coincidió conmigo.

Esa noche sirvió para que Enrique me contara toda la historia que acabáis de leer y para poca cosa mas, ya que en cuanto pude, le hice la "tres catorce" y me fui a un puticlub de travelos para desconectar.



Enrique nunca llegó a alcanzar la verdadera felicidad, por que fracasó estrepitosamente en su misión: Lavar la imagen de su primo Jarry. Así que, ni uno ni el otro, llegaron a pasar a la historia. Pero si lo hubieran hecho, hubiera sido como dos cocainómanos que no tenían donde caerse muertos.



FIN

3 comentarios:

  1. "Lo conocí en los baños de una discoteca de mala muerte en Filipinas".
    Encara bo que deixa clar que és un conte. En altra manera es veuria obligat a explicar què hi feia en un lloc amb garantia de sortir-ne amb el cul fet un abreujador d'ànecs.

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  2. Sr. Merdevalista. "Conte" és la forma que tinc jo de dir "vivència real". no dire res més al respecte. ejem...

    salutacions. y ara m'en vaig al seu blog, que vaig deixar el darrer post a mitges.

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  3. PD: es mentira, quan dic conte... realment vull dir conte.

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