Rutas comerciales.
En aquella época las rutas comerciales eran zonas donde se repartía sexo a diario. Era muy cómodo, por que en una ruta comercial todo el mundo está de paso. Hoy folló aquí, mañana allí y si te visto no me acuerdo. Y si me acuerdo te vuelvo a follar. Eran zonas sexualmente muy activas.
Chencho es el heroe de esta historia. Era un hombre que padecía una seria enfermedad psicológica. "Adicción al sexo" era como el psicólogo le había dicho que se llamaba su problema. No era un problema feo. Es mas, yo diría que era un problema precioso.
Chencho tuvo la mala suerte de criarse en un pueblo y en una época muy tocados por el azote de la iglesia. Ya se sabe que la iglesia tiene una cierta obsesión con el tema sexual. Chencho también tenia obsesión con ese tema, pero evidentemente eran obsesiones que iban por caminos distintos. Yo, como autor del cuento, deberia mantenerme al margen y no entrar a opinar sobre que obsesión era mas buena o mas mala; mas lícita o mas ilícita; mas correcta o mas condenable. Pero también como escritor del cuento, gozo de una completa libertad con la que me permito decir que la iglesia era gilipollas y que Chencho tenía una obsesión muchísimo mas lógica que la que tenían esos meapilas con sotana. Además, si tenemos en cuenta que el Padre Risto Ribagorza, capellán del pueblo, había hecho uso de la mayoría de niños de la zona, utilizando las clases de catequesis para practicar juegos muy poco éticos, podemos decir que este señor no estaba en una posición muy adecuada para dar lecciones de moralidad.
Uno de los juegos favoritos del Padre Ribagorza, era el "Twister cristiano". Un nombre con mucho gancho. Era un juego infantil que el mismo se había inventado. Las normas eran simples, pero no las voy a explicar, mas que nada por pereza. Eso si, la finalidad del juego estaba clara: todos los niños tenían que acabar desnudos. Por eso, siempre que se terminaba una partida de Twister cristiano, te encontrabas con la siguiente situación: un cura con la sotana por tobillos, un crucifijo de látex en una mano y la Biblia en la otra; cuatro niños desnudos y Barry White sonando de fondo. Este es un momento perfecto para cambiar de tema. Así que cambiemos.
Chencho enseguida se convirtió en un tema de debate dentro del pueblo. Ese chaval, poseído por los deseos carnales que otorga el diablo, incomodaba mucho a la población. Sobre todo a la femenina, por que otra cosa no, pero heterosexual lo era, y mucho.
La situación de incomodidad general que Chencho provocaba en el colectivo femenino, enseguida llegó a oídos del vaticano, que envió un comando formado por cinco jinetes que conocían a la perfección las leyes del señor y que, por lo tanto, estaban en una posición ideal para emitir un juicio.
Ciento ochenta y siete días mas tarde, ese comando llegó al pueblo. Pero solo eran tres. Dos habían muerto en el largo camino. El primero murió por deshidratación y el segundo murió por solidaridad con el primero. No fueron perdidas muy importantes.
El juicio de Chencho comenzó el dia primero de Agosto y se convirtió en un despiadado cruce de acusaciones entre Chencho y la Iglesia.
-Tu has violado a cuatro niñas, incluida tu hermana.- Aseguraba el padre Risto
-Tus diez mandamientos son diez mierdas.- Contesto Chencho con el descaro que le caracterizaba.
-Tu te portabas mal en catequesis.- Las excusas de Risto empezaban a perder fuerza
-Normal, la clase de catequesis era un mierda.- Chencho parecia tener una respuesta para todo lo que dijera Risto.
-Tu nunca has estado dispuesto a aprenderte ni una oración-.
-Pero me aprendí los siete pecados capitales. Y pienso que deberían ser siete obligaciones y no siete prohibiciones.- Todos los presentes se miraron y asintieron con la cabeza como diciendo "no es del todo mentira".
El "tu hiciste esto y tu aquello" se alargo durante un día y otro día y otro día. Hasta el 5 de Agosto del año siguiente. Ese día, Chencho llevó a cabo una acusación que pondría pausa a toda esa pantomima: "Cuando jugamos al twister cristiano, solo se divierte el cura".
Los tres jinetes de la justicia preguntaron que era el twister cristiano. Obtuvieron dos respuestas.
La respuesta del padre Risto Ribagorza fue espesa y confusa, y además se le notaba extremadamente nervioso:
"Es un juego infantil que consiste en pasárselo bien. Yo hago de arbitro para que todo sea justo y para asegurarme de que los críos se divierten sin freno"
La respuesta de Chencho fue una exposición magistral de las verdaderas reglas del juego:
"Es un juego que ningún niño del pueblo entiende. Consiste en hacer girar una flecha sobre un cartón. Cuando la flecha para, siempre queda señalando el dibujo de alguna parte del cuerpo. Pero eso da igual. Quede donde quede la flecha, una vez que para, el Padre Risto dice que te debes quitar toda la ropa. Cuando todos los niños están desnudos empieza la segunda parte del juego..."
"STOP!!!". Gritó uno de los jinetes de la justicia.
Tanto Chencho como Risto Ribagorza fueron obligados a abandonar el pueblo. Risto por pederasta y Chencho por que olia a mierda. Los dos se fueron cogidos de la mano.
Al cabo de cuatro días, el destino los tenia deambulando por un desierto, y fue alli cuando un trasatlántico de quinientas mil toneladas le paso por encima al padre Ribagorza y acabo con su vida. Solo quedó el alzacuellos. Como no tenia ningún sentido que hubiera un barco cruzando el desierto, Chencho decidió pensar que había sido cosa de Dios, que todo lo puede. Esa explicación nunca le llegó a satisfacer del todo. Pero como tampoco le preucupaba mucho, siguió su camino.
*NOTA DEL AUTOR*
Amigos lectores. Hasta ahora no hemos aprendido nada ni con esta historia ni con las demás, y la cosa no va a cambiar con la siguiente, que es la última. Pero a estas alturas del cuento seguramente os estéis preguntando "¿Que tiene que ver todo el cuento con el tema de las rutas comerciales?", "¿como lo enlazara todo?", "¿que magistral giro del destino nos tiene preparado el autor?", "¿etc.? ".
Pues prestad atención. Por que el siguiente giro argumental se ha visto pocas veces en la historia de la literatura.
*NOTA DEL AUTOR FINIQUITADA*
Chencho estaba en el desierto, sin cura, sin agua y con ocho buitres rondando el cielo: señal inequívoca de una muerte cercana en el tiempo. Entonces parpadeó. Cerró los ojos y al abrirlos, como por arte de magia, estaba en mitad de la antigua ruta comercial de las especias a miles de kilómetros de ese desierto que se había tragado al Padre Ribagorza.
Ahí, en la ruta comercial, encontró el paraíso. Sus necesidades eran satisfechas multitud de veces al día. Con hombres, con mujeres, con melones que había dejado un rato al sol, con algun que otro animalito y, por raro que suene, con piedras. Hasta el fin de sus días estuvo haciendo lo que mas le gustaba: Penetrar. Penetró tanto que llegó a padecer todas las enfermedades venéreas existentes y algunas que ni si quiera existen. Pero ninguna de esas enfermedades pudo con el.
Chencho moriria por tuberculosis pero feliz a la edad de ochenta y nueve años. Como exigía en su testamento, fue enterrado boca abajo, desnudo y con el alzacuellos del Padre Risto Ribagorza enfundado en una zona del cuerpo en la que, para ser finos, diremos que lo que alzaba no era el cuello.
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