domingo, 23 de enero de 2011

11 Cuentos que no cuentan nada (Cuento noveno)

Excálibur.



Olvidad todo lo que sabéis del Rey Arturo y de su espadita. La historia oficial esta plagada de mentiras: Que si su madre murió al poco de nacer el, que si su padre era un rey, que si la tutela de Arturo fue cedida por parte de su padre a un mago llamado Merlín, que si Merlín le enseñaba ciencias y magia, y lo mas importante, el tema de la espada Excálibur. Bueno, quizás no sean todo mentiras. Pero si que son verdades a medias.

¿Como se todo esto? Os preguntareis. Pues muy fácil. Lo se, por que yo estuve allí.

Corría el siglo VI después de cristo. Yo trabajaba en un mercado londinense con una propuesta comercial poco adaptada a los tiempos que corrían. Me dedicaba al "top manta". La idea era buena, muy buena. Solo existía un pequeño problema de logística. Y es que, en el siglo VI, el disco compacto (CD) aun no se había inventado, así que no quedaba muy claro que era lo que vendía. Algunos se aventuraron a decir que era un visionario, pero la cruda realidad es que fracase como mercader.

La miseria me llevó, irremediablemente, a arrastrarme por la calles de Londres. Y fue entonces, el dia 14 de julio del año 516 d.C., cuando vi por primera vez la espada Excálibur. La llevaba un niño llamado Arturo que padecía un cierto retraso mental. Y si quereis que os diga la verdad, era una mierda de espada que no servía ni para cortar mantequilla.

Ese dia yo me estaba echando una siesta en el cruce de Saint James Park con Palmer Street. El chaval se me acercó y empezó a contarme su vida. Una vida muy distinta a lo que posteriormente han relatado las leyendas, los cuentos y la profesora de parbulos de mi hijo pequeño.

Me explicó que, en su vida, todo había sido muy complicado. Que su retraso mental nunca había sido bien visto dentro de su familia y, que ese mismo retraso, fue el motivo por el que su madre se suicidó. La nota de suicidio que dejó esa buena mujer era tan clara, como ofensiva y traumática para el pobre Arturito. Decía así: "Para tener un hijo tonto, prefiero morir". Y murió.

Su padre se tuvo que encargar de su tutela. Siempre se ha dicho que ese señor era un rey y, efectivamente, lo era. Era el rey de las tabernas. Se tiraba desde que se despertaba a las 14:00h, hasta que se iba a dormir a las 5:27h, bebiendo cerveza y alguna que otra copita de hierbas mallorquinas de importación. Un dia se dio cuenta de que no podía compaginar la vida de alcohólico con la de padre. Tenia que tomar una decisión muy difícil. Y como desintoxicarse siempre ha sido mas complicado que abandonar a un niño, se deshizo de su hijo. Se lo vendió a un hombre llamado Merlín que creía que tener un palo negro con los bordes blancos lo convertía en mago. Pero la verdad es que jamás lo vi hacer un truco de magia. A no ser que disfrazarse de mujer los fines de semana se pueda considerar magia.

Como os podéis imaginar, la educación de Arturo no avanzo absolutamente nada durante los años que pasó con Merlín. Así que un dia le dijo: "Merlín, me voy a emancipar y voy a construir mi propia espada". Merlín no entendió muy bien a que venia eso de la espada, así que decidió obviarlo y le contesto: "Arturito, Arturito... Antes de emanciparte tienes que pasar una prueba". Arturo asintió con la cabeza y Merlín abuso de el toda la noche. ¿Como iba a imaginar el que la prueba consistia en eso?. A la mañana siguiente, Merlín le dijo a A rturo: "Prueba superada. Ya te puedes ir a tomar por culo".

Arturo había conseguido su libertad y otro trauma. Esta vez, un trauma sexual.

Una vez libre, quiso cumplir su sueño. Así que se fue a construir su espada. Cogió un palo de madera, le lijó un poco los bordes, le puso un trozo de tela como empuñadura y para alante. Arturito ya tenia su espada, y la bautizo como Excálibur. El creía que tenia un arma de destrucción masiva, cuando en realidad lo que tenia era un simple palo. Supongo que ahora entendéis por que digo que Excalibur era una espada de mierda.

El dia que me contó su vida, me di cuenta de que se podía ser infinitamente mas desgraciado de lo que yo era y ni tan siquiera darte cuenta. Arturo era la prueba. Quería comerse el mundo con su espada, ir a torneos de espadachines, luchar y ganar. Ese chaval enseguida se gano mi corazón, y como me di cuenta de que con esa espada, lo único que podía conseguir en un torneo, era que lo mataran, se la quité. Vi una piedra con un agujero, metí la espada y, con esos conocimientos adquiridos durante mi época de albañil, rellené el hueco con un poco de cemento-cola. Lo siguiente que supe sobre esa espada, fue al cabo de cuatro años. Alrededor de ella se había forjado una leyenda que decía que el que la sacara de la piedra se convertiría en el rey de Inglaterra. Esto congregó a un montón de gente que intentaba sacar la espada de la roca. Pero nunca lo consiguieron. Esa gente estaba perdiendo el tiempo. Que no la ilusión. Y aún que la leyenda dice que Arturo, fue y la saco; es mentira. Nunca, nadie sustrajo a Excalibur de la roca.

Realmente, la vida de Arturo fue por otro cauce. Se hizo mayor y, al igual que su padre, se volvió alcohólico. Después de varios años arrastrándose de taberna en taberna, se reencontró con Merlín. Como por arte de magia (y este es el único truco de magia que recuerdo de Merlín), el trauma que Merlín le había provocado a Arturo a base de violaciones, se convirtió en amor. Fue algo reciproco. Así que empezaron a salir juntos. Después de un año saliendo, se fueron a vivir a un loft que Merlín tenia a orillas del Támesis. Y después de cinco años de convivencia, se casaron, fueron felices y comieron pollo por que la carne de perdiz iba muy cara.

Un final precioso. Tan precioso como el resto de su vida en pareja. Una vida en pareja que termino el dia en el que la Santa Inquisición se enteró de la existencia de esa relación homosexual y los quemó a los dos en la hoguera. Pero esto, es harina de otro costal.