lunes, 8 de noviembre de 2010

11 cuentos que no cuentan nada (Cuento séptimo)

Operación jaula.



En la memoria de todos está ese dia. El 30 de Julio de 2009. Ese fue un día realmente movidito. Especialmente para nuestro amigo Ury Pansury. Un hombre que esa mañana se despertó como el desgraciado que es y se fue a dormir como el heroe que jamás ha sido.

Ury, como todas las mañanas desde que cumplió 10 años, se despertó para ir al hotel en el que trabajaba. Todo parecía ir sobre ruedas. Un dia mas. Un dia normal y corriente. Pero por esas cosas que nadie sabe muy bien como explicar, Ury tenia una corazonada. El sabía que algo no iba según lo previsto.

Nada mas despertarse, ya puso cara de sospecha (Una cara muy típica en el. Consistía en cerrar un poco los párpados y, con la cabeza fija, ir moviendo los ojos de un lado al otro), y a esto súmale que cuando aún no había dado ni los buenos días, dijo: "esto me huele a pólvora". Una vez que sabes lo que paso ese dia te das cuenta de que Ury había tenido una especie de premonición. Pero cuando también sabes que Ury, por motivos que se desconocen, cada mañana desde hacia años, al despertarse ponía su cara de sospecha y decía la puta frasecita de la pólvora, te das cuenta de que lo único que pasaba ahí era que ese chaval era un poco subnormal. Por eso nadie le daba importancia a sus palabras. Ni esa mañana ni nunca.

Como decíamos, Ury fue a hacer lo que mejor sabia hacer: tratar con el cliente británico.

Eran las 13.50h. cuando tuvo lugar el atentado terrorista que dio origen a esta historia real. Fue escuchar la explosión, y Ury se llenó de valor y de afán de protagonismo (Mas de afán de protagonismo que de valor, todo sea dicho), se dirigió a su jefe y le dijo: "Boss, dejo el comedor unas horas. Los TEDAX me necesitan. Ha explotado una bomba". Su jefe lo miró de arriba a abajo tres veces antes de contestarle: "Ury, te voy a contar una historia. Una mañana, mi hijo me dijo que no quería ir al colegio. Yo le dije que tenia que ir, que era su obligación, y el me repitió que no le apetecía. Entonces, cogí a mi hijo, lo senté en un taburete y le reventé la cabeza a base de codazos. Hoy por hoy no tengo hijos y estoy pendiente de un juicio por filicidio. A ti, como hice con mi hijo, solo te lo diré una vez. Ya te estas poniendo el uniforme de trabajo y yéndote al comedor. Tu no desactivas bombas. Tu pones mesas, quitas mesas, limpias platos y utilizas tu sonrisa para parecer simpático. Pero bajo ningún concepto, desactivas bombas". Ury agachó la cabeza, se dio la vuelta y se fue al comedor a darlo todo.

Como en este mundo, no hay cosa mas confiada que un ignorante. Ury decidió creer que el, dentro de todo el dispositivo policial desplegado con motivo del atentado terrorista, era una pieza clave.

El atentado terrorista había puesto al pueblo de Ury en los titulares de todos los informativos de ámbito nacional y algunos de ámbito internacional. La oportunidad que se le presentó fue de esas que te aparecen una vez en la vida. Ury lo sabia y quería subirse al tren de la actualidad.

No paso mucho tiempo cuando los cuerpos de seguridad del estado detectaron otra bomba adosada a un coche. Pero por mas que lo intentaba, la guardia civil no conseguía desactivar esa bomba. Esto no era mas que un oportunidad disfrazada de tragedia para nuestro amigo Ury, que se acerco al TEDAX y, con su cigarrito en la boca, le dijo: "El verde chaval... el cable verde es el que tienes que cortar". El TEDAX aparto su mirada de la bomba un momento, miro a Ury a los ojos y pensó en decirle: "esto no lleva cables... subnormal". Pero el TEDAX, que era un hombre con estudios, se dio cuenta de que no merecía la pena dirigirle la palabra a un hombre que le está dando caladas a un cigarro apagado, y optó por el plan B: llamar a su compañero Filip·po para que se llevar a Ury lo mas lejos posible de la zona cero.

Ury, dentro de su cabecita loca, pensaba que estaba haciendo una aportación digna de medalla. Pero en realidad solo era un obstáculo para el desarrollo del trabajo policial. Estuvo tocando los cojones desde el principio de la operación hasta que se lo llevaron de la zona.

Pasadas unas horas, Filip·po ya había dejado a nuestro protagonista a varios kilómetros del lugar de los hechos. Concretamente, a cuatro mil doscientos setenta y cinco kilómetros (en Teherán, capital de Vietnam). Solo con Ury a esa distancia, la policía pudo trabajar con tranquilidad.

Y este, amigos míos, fue el dia mas importante en la vida de Ury. Un día en el que a pesar de que su imagen pasó desapercibida incluso para sus seres mas queridos, el se fue a dormir pensando que había sido una pieza clave en la que se conocería como la "Operación Jaula". Que dicho sea de paso, fue una operación que no sirvió absolutamente para nada.



THE END



Un año después de que Filip·po dejara a Ury en Teherán, este se casó. Ahí acabo formando una familia. Empezó montando un bar de tapas en el que no se servían tapas y se enamoro de una mujer que tampoco era mujer. Tuvieron cuatro hijos. Todos ellos con problemas en el cromosoma número 21.

Veintiséis años después de su marcha forzada a Vietnam, cuando cumplió 25 años de casado, decidió celebrar sus bodas de plata de forma espectacular. Se fue a hacer puenting sin cuerda. Lo que paso a continuación os lo podéis imaginar. Hubo Ury por todas partes.



La Guardia Civil condecoró a Fil·lipo con la Medalla al Mérito por deshacerse de Ury. Esa noche salió de marcha para celebrarlo, pilló cacho con un hombre y le retiraron la medalla por maricón. Esto le provocó una depresión que lo llevó a intentar quitarse la vida con el método de la soga. Lo hizo. Se colgó y se rompió el cuello. Antes de asfixiarse, también se rompió la soga.

Hoy en dia Filip·po esta postrado en una cama, sin movilidad de cuello para abajo y sin medalla. Pero con una televisión de 1080 lineas con TDT y un disco duro de dos Terabits (dos mil Gigas), lleno de películas, que maneja con la mirada.

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